El Secretario General de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, sufre el síndrome de Estocolmo. Llamazares asegura que la aparente firmeza fortalece al entorno abertzale. O sea, no aprieten mucho el acelerador que los matones se van a enfadar.
En realidad, lo que ha ocurrido es que la ETA dialogante se ha visto humillada. Otegi no quiso romper la cuerda y apostó por la negociación. Hasta ayer domingo en que afirmó que el diálogo y los golpes a Batasuna no son compatibles. La diferencia entre una y otra declaración obedece a los encuentros mantenidos por Otegi con sus amigos mafiosos. La ETA dialogante se siente humillada y advierte que el diálogo tiene un precio : la inmunidad de los miembros de Batasuna. Llamazares está dispuesto a pagarlo.