A menudo se acusa a los cristianos de estar divididos, de no querer avanzar en el camino de la reconciliación. Esta división ha producido guerras, desgarros y catástrofes en toda Europa. ¡Qué frutos tan estériles para una religión basada en el amor!
Creo que ha llegado el momento de superar las divisiones entre cristianos. Las raíces comunes son más profundas que las divisiones, por lo que de nada vale una falsa autosuficiencia, ya que existe el fundamento común de la fe.
El ecumenismo –ese anhelo de los creyentes de restaurar la unidad entre todas las iglesias cristianas- nos parece tarea en exclusiva de papas, pastores de las otras confesiones y gentes piadosas y rezadoras. No cabe mayor equivocación.
Vale la pena esforzarse por la unidad del cristianismo, que ha dado frutos tan sublimes como la libertad y la solidaridad. "El cristianismo no ha sido tan solo un catalizador de la naturaleza normativa de la época moderna. El universalismo basado en la igualdad, del que han surgido las ideas de la libertad y de la convivencia solidaria, es una herencia directa de la concepción judía de la justicia y de la ética cristiana del amor. Sin modificar la sustancia, esta herencia ha ido siendo incorporada y reinterpretada. No hay otra alternativa posible". Esta afirmación no procede de un católico. Es de Jürgen Habermas, filósofo no cristiano.
Clemente Ferrer Roselló
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