El reverendo evangélico de Florida, Terry Jones apuesta por quemar ejemplares del Corán para conmemorar el 11-S, ya tan próximo. Esto me recuerda la de aquel converso mexicano al catolicismo que al decirle que debía evangelizar se hizo un planteamiento formidable: se evangeliza ayudando a los míos o fastidiando el enemigo. Acto seguido entró en una capilla protestante y empezó a destrozar todo el mobiliario. El reverendo Jones es como el reverendo de Barack Obama, Jeremiah Wright, sólo que al revés: Wright pretendía sentar en el banquillo a los genocidas marines norteamericanos en Irán, momento en el que perdió a un feligrés, un tal Barack. Lo cristiano, reverendo Jones, es propone no imponer. Es convencer al contrario, no atacarle. Se trata de no callar ni debajo del agua, no de quemar libros.
El general Petraeus, jefe de las fuerzas norteamericanas en Afganistán, considera que la actitud de Jones puede resultar peligrosa para la seguridad de las tropas. Lo que supone algo que ya me temía: los soldados extranjeros acudieron a Afganistán para acabar con el Régimen talibán y democratizar el país pero ahora se han convertido en rehenes.
Desde Londres, el muy prestigioso Instituto de Estudios Estratégicos ha decidido que en el fondo en Afganistán ya no queda Al Qaeda ni quedan talibanes, por lo que lo mejor es marchar a otro lado donde las tropas resulten más necesarias. Ojo, no porque no hayan ganado la guerra sino porque ya no quedan seguidores de Ben Laden. Y tiene mucha razón, la mayoría han huido a Pakistán, que es un país más peligroso para la seguridad del mundo dado que está trufado de talibanes y, encima, es una potencia nuclear.
¿Qué hemos aprendido de la guerra de Afganistán, que comenzó como respuesta al 11-S? Al parecer poco. Quizás lo que deberíamos haber aprendido es que las injerencias armadas sirven para derribar un régimen no para cambiar una sociedad. Pero derribar un régimen cuesta poco, mucho menos que cambiar un país. Hay que marcharse pronto y dejarles a los naturales del país que sustituyan al tirano. Ojo, y eso no será posible si antes de la intervención no se ha trabajado en el recambio.
También podíamos haber aprendido que no se pueden matar moscas a cañonazos. Un ejército muy moderno no puede vencer a un grupo de guerrilleros o de terroristas fanáticos que se esconden detrás de la población
Por tanto, no se necesita un nuevo tipo de guerras, porque todas las guerras son malas, aunque no es verdad que para evitar una injusticia, hay que enviar tropas. Lo que se precisa es una nueva diplomacia no intervenida por la globalización comercial. En definitiva, no hay que llevarse bien con la tiranía para fomentar los intercambios comerciales -el caso de la iraní china es paradigmático-: hay que llevarse mal, a cara de perro, hay que apoyar la disidencia y crear gobiernos de recambio en el exilio, financiarles y darles voz e imagen ante la comunidad internacional. La nueva diplomacia consiste en la injerencia pacífica sin aceptar chantajes económicos.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com
El general Petraeus, jefe de las fuerzas norteamericanas en Afganistán, considera que la actitud de Jones puede resultar peligrosa para la seguridad de las tropas. Lo que supone algo que ya me temía: los soldados extranjeros acudieron a Afganistán para acabar con el Régimen talibán y democratizar el país pero ahora se han convertido en rehenes.
Desde Londres, el muy prestigioso Instituto de Estudios Estratégicos ha decidido que en el fondo en Afganistán ya no queda Al Qaeda ni quedan talibanes, por lo que lo mejor es marchar a otro lado donde las tropas resulten más necesarias. Ojo, no porque no hayan ganado la guerra sino porque ya no quedan seguidores de Ben Laden. Y tiene mucha razón, la mayoría han huido a Pakistán, que es un país más peligroso para la seguridad del mundo dado que está trufado de talibanes y, encima, es una potencia nuclear.
¿Qué hemos aprendido de la guerra de Afganistán, que comenzó como respuesta al 11-S? Al parecer poco. Quizás lo que deberíamos haber aprendido es que las injerencias armadas sirven para derribar un régimen no para cambiar una sociedad. Pero derribar un régimen cuesta poco, mucho menos que cambiar un país. Hay que marcharse pronto y dejarles a los naturales del país que sustituyan al tirano. Ojo, y eso no será posible si antes de la intervención no se ha trabajado en el recambio.
También podíamos haber aprendido que no se pueden matar moscas a cañonazos. Un ejército muy moderno no puede vencer a un grupo de guerrilleros o de terroristas fanáticos que se esconden detrás de la población
Por tanto, no se necesita un nuevo tipo de guerras, porque todas las guerras son malas, aunque no es verdad que para evitar una injusticia, hay que enviar tropas. Lo que se precisa es una nueva diplomacia no intervenida por la globalización comercial. En definitiva, no hay que llevarse bien con la tiranía para fomentar los intercambios comerciales -el caso de la iraní china es paradigmático-: hay que llevarse mal, a cara de perro, hay que apoyar la disidencia y crear gobiernos de recambio en el exilio, financiarles y darles voz e imagen ante la comunidad internacional. La nueva diplomacia consiste en la injerencia pacífica sin aceptar chantajes económicos.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com