Christine Lagarde aún no se ha sentado en el sitial del Fondo Monetario Internacional (FMI) y ya se ha despachado a gusto con una amenaza a los griegos: o se aceptan las píldoras margas, un nuevo ajuste, o no recibirán fondos para seguir endeudándose, que no para ayudar. Mientras, Atenas arde en enfrentamientos entre manifestantes y policías.

Al tiempo, Jaime Caruana, desde el Banco Internacional de Pagos, otra pieza clave de la arquitectura financiera mundial, consagra su receta contra la crisis financiera: más capitalización bancaria, es decir, menos bancos mucho más grandes. Lo que importa no es ni la solvencia ni la rentabilidad, sino el tamaño. Porque un buen banco no es aquel que tiene mucho capital sino el que tiene poca morosidad.

Sorprende que Caruana se deje llevar por la atmósfera dominante, es decir, por la tendencia al oligopolio porque él fue el inventor, siendo gobernador del Banco de España, de las provisiones anticíclicas, es decir, dinero que los bancos debían retraer para 'por si acaso' vinieran mal dadas. Optar por ese sistema supuso que España tuviera la banca más estable de Europa, la que, por el momento, al revés que británicos, alemanes, holandeses, franceses o suizos, ha precisado una inyección mínima de capital.

Mayores exigencias de capital no van a suponer una banca más solvente, sino un oligopolio bancario peligrosamente poderoso, al que, naturalmente, a la vuelta de unos años será preciso ayudar de nuevo. El camino adecuado era, precisamente el otro: más provisiones.

¡Qué pareja, Miquelarena!

Eulogio López

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