Cuando la nube de la melancolía turba mi espíritu, sé que la única solución consiste en agarrar el diario El País y meterme uno de sus sabrosos editoriales entre neurona y neurona. Hoy me ha ocurrido algo terrible: ni tan siquiera tenía a mano el ejemplar del día, razón por la cual me he visto obligado a sustituirlo por una edición atrasada. Con enorme regocijo por mi parte, he podido comprobar que la terapia funciona con el mismo éxito con editoriales oxidadas por el paso del tiempo : ¡Tanta es la sabiduría que emana, que su profundidad supera el insoportable peso de Cronos.
Por ejemplo, el pasado sábado 6 de mayo, el periódico de don Jesús Polanco largos sean sus días- nos obsequiaba con un nuevo mojón en pro de la legalización de la prostitución. De entrada, me asombra, pero no me sorprende, que la prensa progresista, por ejemplo El País, coincida con la ultraderecha a la hora de defender la legalización del comercio de la carne. Esto demuestra que el mundo no se divide en izquierdas y derechas, sino entre progresistas y gente con sentido común. Con esto no quiero decir que el progresismo y la extrema derecha no tengan sentido común. No lo digo : sólo lo pienso.
El País, con esa lógica férrea que caracteriza a los grandes centros de pensamiento, con esa ecuanimidad propia del modernismo, con su tolerante talante, nos muestras las dos posturas enfrentadas. Esta noble actitud revela su rectitud de intención, su equidistancia, su ausencia de prejuicios. Hombre, eso sí, ya antes de analizar la postura sobre el proyecto de legalización de la prostitución la Generalitat catalana, El País anticipa que la iniciativa es valiente. Pero no el valiente de las sátiras política inglesas, que equivalía a suicida, sino la valentía de El Capitán Trueno. Tras esta caricia editorial, yo diría que El País ya ha tomado partido antes de analizar las dos posturas, pero dejémoslo por ahora.
Por una parte, nos dice el Círculo de Miguel Yuste, están los partidario de la legalización para quienes puesto que no podrá eliminarse por completo la prostitución clandestina, es mejor legalizarla para proteger a las prostitutas. Si lo piensan, bastaría con aplicar este argumento a otros hechos inevitables, tales como el homicidio, el robo, el fraude, la calumnia, la violencia contra las mujeres, contra los niños, contra los ancianos, el racismo, la persecución política, el fraude fiscal, la conducción temeraria, los incendios en verano y los reality shows: no hay manera de eliminarlos, por lo que debemos legalizarlos, que ya con la legalización llegará la promoción.
Por su parte, los abolicionistas, según nuestro hacedor de editoriales, consideran la compra de servicios sexuales supone siempre y en todo caso, una forma de violencia contra las mujeres que no se puede legalizar. Sorprendente aserto en un diario como El País, para quien la libre voluntad lo exige todo. Por ejemplo, la libre voluntad del suicida para quitarse la vida debe ser respetada hasta el punto de que la ley otra ley valiente- no debe sancionar a quienes le ayudan en su viaje a la tumba. Sin embargo, miren ustedes por donde, la mujer que libremente vende su cuerpo es una víctima de la violencia. Curioso.
La equidistancia de El País con ambas postas es tan, tan rigurosa que no se cuál de las dos es mas falsa, si la de los legalizadores o la de los abolicionistas made in Polanco. Dicho de otro modo : la prostitución no pude legalizarse porque es una inmoralidad manifiesta. Los seres racionales y libres no se aparean, se entregan libremente, y se comprometen, en una actividad tan trascendente como el sexo, tanto con su compañero-a como con el resultado de su actividad, que no es otro que otros seres racionales y libres. No se vende el cuerpo de la misma manera que no se vende el honor, la verdad, o a tu propia madre.
Por tanto, la única opción legítima es ilegalizar la prostitución, perseguir a los proxenetas, y, al mismo tiempo, intentar que las prostitutas abandonen su trabajo por otro más digno. No es precisamente santa de mi devoción, pero hay que reconocer que eso es sólo lo ha intentado al menos que yo tenga noticia- la concejal de Asuntos Sociales del Ayuntamiento de Madrid, Ana Botella. Y no nos engañemos: su labor ha terminado en fracaso. Uno de sus colaboradores me decía que el éxito de la reinserción y eso que se les proponían ayudas públicas, formación y facilidades para encontrar un empleo normal- no alcanza, el 5%. Lo que nos lleva a otra conclusión: ¿Hay que perseguir, no sólo al proxeneta y al cliente, sino también a la profesional del ramo? Pues probablemente sí, con una lógica teoría del palo y la zanahoria, porque es una verdad de todos sabida y constantemente ocultada que muchas mujeres ejercen la prostitución porque les resulta rentable, no porque nadie les obligue.
Naturalmente, todo esto no tiene nada que ver con los anuncios de profesionales de la prostitución que se publican en El País y que gozan de buena salud y derechos laborales, amén de garantías sanitarias para el cliente. Sus clientes son, todo el mundo lo sabe, gente con debilidades, pero progresistas convencidos. Si no, no habrían escogido a su coima en El País.
De hecho, no es que don Jesús Polanco tengan afanes crematísticos al dedicar tantas páginas de anuncios, con sinuosas siluetas gráficas a asunto de la prostitución. Lo dice, porque si legalizamos y profesionalizamos el negocio, las prostitutas por las que don Jesús no deja de preocuparse ni un minuto- estarán mucho más protegidas. Don Jesús es como un padre para ellas.
Eulogio López