En Libia el asalto de los comandos acabó de forma exitosa. En Somalia, una vez más, Estados Unidos volvió a pinchar en hueso. Pero no es malo que en ese caos de país del Cuerno de África, cada día más controlado por el islamismo pirata y homicida, reciba un aviso, especialmente tras su mortífero ataque a un centro comercial en la vecina Kenia.
En cualquier caso, hay que insistir, Obama (en la imagen) pasará a la historia como el presidente norteamericano que, a pesar del control que posee sobre los medios informativos, acumula más desastres en su política exterior, en especial respecto al mundo islámico, Vamos, que está superando a George Bush. La llamada Primavera Árabe, que con tanto ahínco defendió, ha convertido a Libia en otro caos, a Egipto en un baño de sangre, al Yemen en un país al borde de la guerra civil, a Paquistán en el criadero de terroristas más importante del planeta y a Siria en un cementerio.
Y lo que es peor, ha envalentonado a sus aliados en el golfo Pérsico (aliados porque nos venden petróleo), como Arabia Saudí o a los esclavistas jeques de Qatar, en financiadores del terrorismo contra Occidente, es decir, en el terrorismo anticristiano. Todo ello mientras amamanta el fundamentalismo silencioso de su aliado turco Erdogan.
Le da lo mismo. Obama es uno de esos personajes que, como nuestro Zapatero, a quien tanto se parece, insiste en convertir sus prejuicios en principios de honda moralidad y sus barbaridades en éxitos. Y esta soberbia le impide rectificar.
¿Por qué había de hacerlo si eso implicaría reconocer sus errores
Eulogio López
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