Dinero no falta. Los cienciólogos han puesto 6.000 millones de pesetas encima de la mesa para la compra y rehabilitación del número 7 de la calle Santa Catalina. Eso sin contar el sarao montado el sábado 18 con presencia del "sex symbol" de Tom Cruise incluida. La secta está prohibida en Francia, pero aquí todo es boato y lujo. Inversión a todo tren para promover el "primer código moral no religioso", una especie de Cristianismo sin Cristo y con ánimo de lucro. Por si fuera poco, anuncian su intención de "profundizar" en las relaciones con el vecino Ateneo de Madrid. Los ataneístas tiemblan porque la institución centenaria podría desaparecer. De momento, ya están recogiendo firmas para modificar los estatutos. Las espadas están en alto.
"Una civilización sin demencia, sin criminales y sin guerra, donde el capaz pueda prosperar y los seres honestos puedan tener derechos, y en donde el hombre sea libre para elevarse a mayores alturas, son las metas de la Cienciología". Este es el discurso de su fundador, L. Ronald Hubard. Todo aparentemente muy beatífico. Sobre todo, para las adolescentes y menos adolescentes a las que la presencia de Tom Cruise les impulsa a una vida mejor.
El actor norteamericano era uno de los reclamos. Pero no el único. La grandiosidad del edificio y el boato de la fiesta hicieron el resto. Y todo esto, ¿para qué? Para predicar "el primer código moral no religioso". O sea, la resurrección de un antropocentrismo un tanto elitista: espacio para los capaces y derechos para los honestos. Por supuesto, ni una palabra sobre el perdón, un "invento" cristiano que nos permite a millones de creyentes levantarnos por las mañanas.
El "Camino a la Felicidad" de la Cienciología se parece al Catecismo de la Iglesia Católica con sutiles diferencias. Lo mismo ocurre con el logo de la cruz, que el Vaticano no registró, pero que la sociedad limitada que sostiene la inversión de 6.000 millones pesetas ha protegido como uno de sus principales activos. ¡A la felicidad por la vía mercantil! Y es que aunque el dinero no da la felicidad, ayuda bastante, ¿verdad señores cienciólogos?
Pero vayamos al manual para alcanzar la felicidad: cuida tu persona, sé moderado, no seas libertino, ama y ayuda a los niños, honra y ayuda a tus padres, da un buen ejemplo, busca vivir con la verdad, no asesines, no hagas nada ilegal, apoya a un Gobierno ideado y dirigido para toda la gente, no dañes a una persona de buena voluntad, salvaguarda y mejora tu entorno, no robes, sé digno de confianza, cumple con tus obligaciones, sé "industrioso", sé competente, respeta las creencias de los demás, trata de no hacer a los demás lo que no querrías que te hagan a ti, intenta tratar a los demás como te gustaría que ellos te trataran, florece y prospera.
Es casi como el decálogo de Moisés, sólo que con añadidos actuales. Cabrían algunos matices. Por ejemplo, de la lectura de este "camino" hacia la felicidad, se desprende que quizás se pueda dañar a quien no ostente buena voluntad. Por otra parte, se define como verdad la verdad subjetiva de cada uno, por lo que habría de redactar de nuevo el precepto por "busca vivir con tu verdad". Relativismo moral y filosofía kantiana.
Todo ello mezclado con una obsesión por extirpar todo tipo de trascendencia, a pesar del signo de la cruz, que la mercantil que sustenta el "chiringuito" tiene debidamente registrada, como creo haber dicho antes. El problema es que sin trascendencia no hay argumentación sólida para la moral. Si Dios no es nuestro padre, tú no eres mi hermano. Y si no eres mi hermano, ¿por qué no he de pegarte si eso me gusta? O más fácil, ¿por qué no voy a tratar de aprovecharme de ti, si eso me resulta rentable?
Pero en esta sociedad mediática, Tom Cruise se convierte en el nuevo predicador de lujo. Palabras bonitas de amor y paz que encandilen a un pobre pueblo al que le ha sido arrancado el sentimiento religioso. Así se explica que los cienciólogos estén crecidos. La directora ejecutiva en España, Ana Lamela de la Fuente, anunció el sábado 18 que "profundizarían en el acercamiento al Ateneo", un edificio centenario, vecino de la nueva sede de la secta.
No se trata de meras palabras. Los cienciólogos han adquirido ya cien tarjetas para hacerse socios. El reglamento del Ateneo establece que para hacerse socio tan sólo hace falta el refrendo de dos socios. La cuota es baja, por lo que fácilmente la Cienciología podría hacerse con el control de la histórica institución propietaria de un inmueble de un valor incalculable. Así que los ateneístas han empezado a recoger firmas para oponerse a que ningún miembro de una institución prohibida en alguno de los países de la Unión Europea pueda ser socio del Ateneo. Supervivencia se llama. Permanezcan atentos a la pantalla.