En tiempos de Jesús había una clase dirigente que se había alejado del pueblo, lo "abandonó" y era incapaz de otra cosa que no fuera la de seguir su propia ideología y de resbalar hacia la corrupción, evocó el Papa Francisco en su homilía de la misa celebrada en el Altar de la Cátedra de San Pedro, ante 493 parlamentarios italianos y numerosos ministros.
"Los que mandaban en los tiempos de Jesús -prosiguió- dedicaban sus energías sólo para los intereses del partido y las luchas internas, hasta el punto que cuando el Mesías se manifiesta ante sus ojos, no lo reconocen, aún más lo acusan de ser un curandero de las filas de Satanás…".
"Con el tiempo, el corazón de esta gente, de este grupito se había endurecido tanto, tanto, tanto, que le era imposible oír la voz del Señor. Y de pecadores que eran, precipitaron hasta volverse corruptos. ¡Es tan difícil que un corrupto pueda volver atrás! El pecador sí, porque el Señor es misericordioso y nos espera a todos. Pero el corrupto se fija en sus asuntos y se justifican a sí mismos, porque Jesús -con su sencillez, pero con su fuerza de Dios- los fastidiaba".
"Eran personas –explicó el Papa Bergoglio– que tomaron un camino equivocado y que opusieron resistencia a la salvación de amor del Señor". "Rechazaron el amor del Señor y este rechazo los hizo tomar una senda que no era la de la dialéctica de la libertad que ofrecía al Señor, sino la de la lógica de la necesidad, donde no hay lugar para el Señor.
¡En la dialéctica de la libertad está el Señor bueno, que nos ama, nos ama tanto! En cambio, en la lógica de la necesidad no hay lugar para Dios: se debe hacer, se debe hacer, se debe… Se han vuelto hombres de buenas maneras, pero con malos hábitos. Jesús los llama, a ellos, 'sepulcros blanqueados'".
Lluis Esquena Romaguera