Doña Ana Botella ha manifestado que no piensa casar homosexuales. ¿Por qué no cree en el matrimonio gay? Pues sobre eso no ha dicho nada. Simplemente asegura que no es cosa suya, sino de los concejales de distrito, gente menuda capaz de cualquier cosa.

Recuerdo que cuando su esposo, José María Aznar, aprobó la distribución en España de la píldora abortiva -no confundir con la también abortiva píldora del día después, aunque cada vez se parecen más- doña Ana se quitó de en medio con no menos displicencia, asegurando que si los médicos la recetaban no tenía nada más que alegar.

O sea, que antaño la alcaldesa delegaba en los médicos y ahora en los concejales de distrito. Cualquier cosa menos lo que los políticos llaman "asumir su responsabilidad".

Por el contrario, su antecesor en el cargo, hoy ministro de Justicia, don Alberto Ruiz Gallardón, es un hombre comprometido, especialmente con la mentira. El lunes nos aseguró que iba a defender el derecho a la vida del no nacido y a la madre desprotegida, todo a un tiempo. Oiga ¿y si la protección de la madre lleva a matar al hijo? Pues en ese caso, este adalid de las causas justas, optará por el más débil: por la madre sin entrañas (o que quiere vaciarse las susodichas entrañas).

Y es que Gallardón lo da todo por la vida, salvo su carrera política. En la mañana del miércoles mostraba una vez más sus desvelos por los más indefensos, al aludir a la violencia de género que sufren mujeres con embarazos no deseados. ¿No deseados por quién, querido ministro?

¿Y lo peor es que Gallardón vende el asunto como una protección de la mujer embarazada y prometer medias de conciliación laboral y prenatal? Menos coña, Alberto: si quieres proteger a una mujer embarazada de la violencia del aborto lo que tienes que hacer es exactamente lo que hacen los grupos provida: acoger a quien han dejado sola para que su hijo pueda nacer.

Y lo curioso es que el lenguaje gallardoniano ha confundido hasta algunos grupos provida. No sé si me quedo con la cobardía de Ana Botella o con el cinismo de Gallardón.

Eulogio López

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