Vanesa es una joven de origen ruso, víctima de una adopción truncada. Sus padres adoptivos, españoles, la devolvieron a la Administración y acabó en un centro de menores, una situación mucho más frecuente de lo que la gente cree.

Se quedó embarazada a los 18 años y una vez que tuvo al niño no se encontraba en situación de atenderlo. Su pequeño, Alejandro, un niño muy cariñoso, se encuentra ahora en casa de Estrella y Eduardo, los padres de una de las tres familias de acogida que viven en La Casa de la Almudena, un pequeño poblado de amor y entrega, un proyecto novedoso en España.

Alejandro, que ya tiene tres años de edad, es uno más entre los cinco hijos biológicos y uno adoptado, con síndrome de Down, que Estrella y Eduardo crían y educan.

La acogida que se realiza en La Casa de La Almudena no pretende ser definitiva, es un puente hacia la reintegración de los niños a sus familias de origen. De hecho, Vanessa visita a su niño cuando quiere, lo recoge en el colegio y charla con la familia sobre su educación, sin importarle que el niño diga que tiene dos mamás.

Estrella y Eduardo, ejemplo de entrega y entusiasmo, tienen de vecinos a otros dos matrimonios, Teresa y Juan,  y Belén y Juan Ramón, implicados como ellos en el loable desafío de ofrecer amor y cariño sin límites.

El proyecto surgió de la amistad entre estos tres matrimonios y de un viaje que Teresa Díaz, una de las madres, miembro de la Asociación Familias para la Acogida, realizó a Italia.

En el país transalpino algunas familias habían fundado casas de acogida familiar con el deseo de vivir su vocación de ayuda en compañía de otras familias, compartiendo entre ellas la vida cotidiana y los problemas diarios.

"Acompañé a un responsable político de la Comunidad de Madrid, y me quedé tan fascinada de lo que se hacía allí, que a la vuelta decidí compartir la idea de hacer algo con dos matrimonios amigos. Se lo comenté y nos fuimos para allí las tres familias en furgoneta, para aprender sobre lo que estaban haciendo".



Y vaya si aprendieron, aunque Teresa, madre de tres hijos biológicos,  ya tenía experiencia en acogimiento temporal de un niño huérfano de madre, "muy dulce y muy cariñoso" al que aún ve y que consiguió ser adoptado por otra familia hace siete años. Tanto ella como su grupo de amigos estaban decididos a hacer algo semejante a lo que habían visto en Italia.



En la Institución conviven tres familias que cuidan de niños en régimen de acogida temporal
Así surgió La Casa de La Almudena, fundada en un terreno donado por el Arzobispado de Madrid, y construida con la ayuda de varias empresas, entre ellas Inditex. Situado en el barrio de San Blas, se trata de un proyecto pionero en España, en el que tres familias se reúnen para ayudarse en la tarea de acoger temporalmente a menores tutelados y con ciertas dificultades, así como a grupos de hermanos.

Al tiempo que proporciona un entorno familiar propicio para las etapas más importantes del desarrollo y la formación de niños y niñas tutelados, el proyecto ofrece recursos para prevenir el abandono materno-infantil y la exclusión social de menores en riesgo y de sus familias.

La Casa de La Almudena, contruida en terrenos del Arzobispado de Madrid en el barrio de San Blas, alberga también a jóvenes embarazadas y a madres con sus hijos pequeños
Así, La Casa de La Almudena dispone también de un un centro materno-infantil que acoge a jóvenes embarazadas y madres solteras con problemas para salir adelante: emigrantes, mujeres sin papeles.... Actualmente hay cinco mamás jovencitas con sus respectivos niños, a las que se atiende, como explica María García, coordinadora del proyecto, "con una flexibilidad que no existe en otros centros". No hay periodos fijados de permanencia ni limitaciones. El único fin que se pretende, afirma, "es ayudar a las madres a recuperar su autonomía, sin prisas, sin separarse de sus hijos, y ayudarlas en su formación para que puedan llegar a valerse por sí mismas cuando logren una estabilidad y sostenibilidad aceptables".

Primer Cumpleaños en La Casa de La Almudena

Además, señala, viven puerta con puerta con las familias de acogida: no se trata de una residencia al uso. "Son cinco habitaciones con instalaciones comunes, donde se puede acoger a cinco madres con dos hijos, y si alguna viene con un tercero, ya se les hará sitio".

La relación entre estas madres y las familias acogedoras es cálida y cercana, explica María: "Las jóvenes forman parte también de otra familia como la de Teresa, que también se ocupa de ellas y de sus necesidades. Es como un pequeño pueblo en el que los vecinos se ayudan todos entre sí." Primera piedra de La Casa de la Almudena

Los niños, y también los jóvenes, son beneficiarios de La Casa de la Almudena, cuya primera piedra fue bendecida por el Papa Benedicto XVI. Así, existe un Centro de apoyo infantil y juvenil, donde se ayuda a chavales que de otra forma estarían solos en sus casas mediante programas de apoyo escolar, formación profesional, ocio y tiempo libre. "Y no sólo se trabaja con los niños", precisa María García, socióloga de formación, también con sus familias, porque en La Casa de la Almudena son muy conscientes de que apoyar a un menor significa también apoyar a su familia.

El modelo es común en Italia, país al que viajaron las tres familias impulsoras de este proyecto
María define La Casa de la Almudena como "una morada de carne y hueso, un lugar que pretende ser un ejemplo para que más familias se animen a seguir el ejemplo y hacer réplicas de ella". Se trataría de recuperar el espíritu de los pueblos, donde prima la ayuda mutua, y "una vecina siempre está dispuesta a echar una mano si te tienes que ausentar y dejarle tus niños o vives un momento difícil".

Está demostrado que la acogida temporal es uno de los mejores sistemas de protección para los niños en situación de desamparo. Así, las adopciones de niños procedentes de países como Colombia, donde es muy habitual, suelen conllevar menos problemas que las de otros lugares, donde los niños han sido criados en orfanatos. "No hace falta ser un héroe ni un santo", afirma María, para cuidar de un niño y "separarte luego de él con el fin de que vuelva a reunirse con su familia o sea adoptado por otra".



"No hace falta ser un héroe ni un santo para acoger a un niño de forma temporal"
Teresa resta importancia a su labor, y asegura que "a mí lo que me motivó fue la envidia, ver la maravillosa labor de los hogares que visitamos en Italia", un lugar donde no existen, desde hace muchos años, los orfanatos. Reconoce que a pesar de lo mucho que le aporta esta labor a su vida, ésta no siempre es fácil, ya que los niños vienen a veces con tremendas heridas emocionales o una pesada mochila de recuerdos.  

Pero el apoyo y el consejo de las otras familias que conviven con ella y su marido sirve de mucho: "De ahí la importancia de vivir juntos. Lo que en un momento dado te puede parecer un mundo, puede ser relativizado si tu vecino te ayuda a verlo desde otro punto de vista, o te aconseja compartiendo sus experiencias".

La Institución imparte educación y atención a jóvenes y menores mediante cursos de FP y apoyo extraescolar
La Casa de la Almudena no recibe ninguna ayuda del Estado, pero sí de los voluntarios que aportan sus medios, su tiempo y su colaboración en la medida de sus posibilidades, ayudando a los niños que acuden al centro de día por las tardes, por ejemplo, con los deberes. Veinte pequeños, que de otra forma -por el trabajo de sus padres- permanecerían solos en casa de no ser por esta institución.





 

Las clases de Formación Profesional que se imparten por las mañanas a los más de treinta muchachos que integran el grupo, incluyen desde cursos de hostelería a programación informática. Los alumnos proceden de diferentes lugares, centros de menores infractores, instituciones de integración de emigrantes, etc…

La Casa de La Almudena está abierta a cualquier colaboración, y también tiene sus puertas abiertas, porque en estos momentos hay plazas libres para aquellos niños que necesiten ser acogidos y recibir el calor, el amor y el cariño que sólo una familia puede dar. Y no hace distinción entre ninguna Comunidad Aútonoma. El espíritu de hospitalidad es uno de los signos distintivos de este pequeño reducto de paz y amor ubicado en el sur de Madrid.

Sara Olivo

sara@hispanidad.com