El veterano director Clint Eastwood tras el demasiado amable retrato realizado a Nelson Mandela en Invictus, se detiene en otro personaje real: J. Edgar Hoover, todopoderoso fundador y director del FBI, al que biografía en un drama excesivamente largo.

A lo largo de 48 años, J. Edgar Hoover controló Estados Unidos desde la dirección del FBI, órgano de investigación fundado por él. El biopic que nos ocupa retrata al profesional y al hombre y, cinematográficamente, en la segunda parcela, la película no saca nota alta.

Ambicioso, obsesivo y visionario, con poco más de 20 años, Hoover tuvo clara la necesidad de crear una oficina que vigilara a los presuntos enemigos de Estados Unidos, sin importarle que, en ocasiones, se traspasasen los límites de la legalidad. Ocho presidentes le temieron y millones de ciudadanos fueron conscientes de su poder.

Evidentemente, la primera dificultad es que, fuera de Estados Unidos, J. Edgar actualmente no resulta un personaje conocido, pero la dirección de Clint Eastwood podía solventar ese hándicap. Pero lo que no ha solucionado el veterano director es la síntesis correcta de los hechos, con un extenso material de más de seis décadas de la Historia de EEUU y las maniobras constantes de Hoover en seguridad nacional, la película dedica un metraje excesivo a la faceta más secreta de su vida: si Hoover era homosexual y si mantenía una relación íntima con su mano derecha, Clyde Tolson. En este punto hay que recordar que el guionista de la película es Dustin Lance Black, responsable de Mi nombre es Harvey Milk, un biopic sobre el político y activista gay.

Si a esto unen un metraje excesivo de 130 minutos y un maquillaje de cartón piedra sobre el rostro de Armie Hammer (quien encarna a Tolson, el presunto "amigo-ayudante" del todopoderoso Hoover), J. Edgar se convierte en una de las películas más aburridas de ese gran director que es Eastwood, a pesar de narrar unos hechos históricos cuanto menos interesantes.

Para: Los que vean todas las pelis de Eastwood, incluso las fallidas