La solución va por la acción concreta de los padres ante diversos contravalores que se están dando y pondré algún ejemplo.
¿Qué padre o qué madre se quedaría tranquilo si su hija o su hijo de 6 años llega a casa diciendo que tiene que decidir si es hombre o mujer? ¿Qué padres se quedarían tranquilos si sus hijos llegan a casa diciendo que saben usar el preservativo porque lo han aprendido en la escuela y han hecho prácticas sexuales? ¿Qué padres se quedarían tranquilos si averiguan que los conocimientos de sus hijos son nulos, que en determinadas clases no se hace nada, que el profesor se lleva media hora hasta que logra sentar a los alumnos y la otra media intentando que algunos atiendan?
Si los padres no hacen nada, todo se desmorona, si los padres hacen valer sus derechos más elementales que están recogidos en la Constitución, empezarían a resolverse los problemas.
Y sobre si está concienciada la sociedad se puede contestar con tres afirmaciones leídas recientemente en la prensa de tres autores de distinta manera de pensar pero coincidentes en lo que sostengo: "El proceso degenerativo de nuestra enseñanza es el mayor de nuestros problemas y el de los peores pronósticos" (Manuel Martín Ferrand). "La calle está que da pena en nivel de educación, por los suelos. Hallar a un niño educado es creer en una aparición" (Antonio García Barbeitio). Y la última, con palabra malsonante incluida, de J. Félix Machuca: "Han instaurado una ley no escrita pero sí de obligado cumplimiento: el que estudia es una maricona".
La sociedad está concienciándose y soluciones existen, queda ponerlas en práctica.
Valentín Abelenda Carrillo