Sobre el criminal atentado del sábado pesan aún demasiados interrogantes. Quizás por ello, el funeral por el guardia civil Raúl Centeno, celebrado en Madrid durante la mañana del domingo, terminó con algunos de los presentes llamando "traidor" a Zapatero. Es la diferencia entre él y su correligionario Felipe González, a quien le tocó alguna de las etapas más duras de la lucha contra ETA. A González le hicieron responsable de no terminar con la banda terrorista así como, más tarde, de pretender acabar con ella por vías indebidas, pero nadie le consideraba un traidor, nadie dudaba de su determinación antiterrorista. Lo mismo puede decirse de Aznar. Sin embargo, a ZP le llaman justamente eso: traidor, porque muchos consideran que su obsesión por negociar con ETA sin condiciones ha dado alas a los terroristas, más crecidos que nunca, a pesar de su debilidad estructural. En definitiva, una porción de la opinión pública española considera que ZP ha sido infiel a su obligación de luchar contra los terroristas.
Por otra parte, el caos informativo del sábado, tras el crimen, demuestra que al Ejecutivo el atentado le pilló totalmente desprevenido. Aunque los medios afines a La Moncloa –especialmente RTVE, Prisa y La Sexta- lanzaron de inmediato una campaña de humo para proteger los intereses electorales del PSOE, repitiendo que había sido un atentado perfectamente planeado, el propio ministro del Interior echó un jarro de agua fría al hablar –e insistir el domingo. De incidente, "fortuito".
Ahora bien, fuentes antiterroristas insisten en que los etarras tienen orden de comportarse en Francia como ciudadanos modélicos y de huir si sospechan que son seguidos por policías franceses o españoles sin hacer frente a los agentes del orden. Un a de dos: o hay muchas etas y la dirección de la banda no controla a alguno de sus pistoleros, o bien los etarras –dos hombres y una mujer- consideraban que los guardias civiles iban a detenerlos. Esta segunda hipótesis resulta imposible de aceptar para esas mismas fuentes: en primer lugar porque iban desarmados, en segundo lugar porque la tarea de los agentes españoles que operan en Francia consiste en identificar a los etarras y luego hacer que la policía francesa sea quien los detenga... como es lógico.
Peor, obviamente, lo que hay detrás de estas incógnitas es la sospecha de muchos, incluidos miembros de la policía, de que existe un pacto entre el Gobierno Zapatero y la banda terrorista, que mantendría una pugna de bajo perfil hasta las elecciones. A ETA le conviene que gobierne el PSOE, a ser posible necesitado de apoyos de grupos nacionalistas, porque, como repiten en Batasuna, "éste cede".
Por otra parte, los nacionalistas catalanes se han desmarcado de la lucha antiterrorista. Mantuvieron su manifestación independentista del sábado por la tarde en Barcelona, con pocas palabras de consuelo para los guardias civiles asesinados. Esta manifestación puede provocar otro vendaval de anticatalanismo en el resto de España.