Es la única batalla que queda pero también la madre de todas las batallas. No es lo público contra lo privado sino lo pequeño contra lo grande, sea lo grande multinacionales, Estados o corrientes de pensamiento único o de pensamiento débil.

Todo eso es grande. Lo pequeño es el individuo, la familia, el autónomo, la micropyme, el periodismo ciudadano de Internet...

Por eso, no pretendan oponer Davos a Porto Alegre, el foro capitalista de Suiza frente al foro de Brasil (éste un punto viajero). El uno es el foro de los capitalistas y el toro el Foro de las ONG. Pero no se engañen: son los mismos, ambos funcionan con el dinero de los demás.

Es más, con la crisis financiera, ambos, bancos y ONG, reclaman el dinero de los Estados, es decir, de los contribuyentes. Antes, al menos, Davos sólo reclamaba el pecunio de accionistas, inversores y ahorradores distraídos, a través de las grandes empresas y de las bolsas de valores. Ahora, con la crisis, ambos han acudido al maná eterno: a los ciudadanos, al Estado, es decir, al dinero que administra el Gobierno, el primer gestor del dinero de los demás. Ambos son igualmente capitalistas porque aman el capital, ambos son antiliberales porque odian la propiedad privada. Lo que les gusta es la propiedad fiduciaria, disfrazada de política, eficiencia empresarial o acción humanitaria, esto es, aprovecharse del dinero de los demás a través de un Gobierno, una gran empresa o una ONG.

Ni Davos ni Porto Alegre son defensores de la propiedad privada. Insisto en la genial distinción de Chesterton ente capitalismo y liberalismo: un ladrón puede ser un grande partidario de la empresa privada, pero nunca lo será de la propiedad privada.

Dicen que el Foro Social de Porto Alegre anda a la búsqueda identidad. No me extraña. El de Davos no lo reconoce pero está igual de psicológicamente herido. Barack Obama ya empieza a hablar de bancos pequeños y su asesor, Paul Volcker, pide que los bancos se dediquen a financiar la economía real y no a jugar al casino.

Al mismo tiempo, la tragedia de Haití ha dejado claro que el modelo ONG está agotado. La gente empieza a desconfiar de unos voluntarios a los que se supone mejores intenciones que capacidad para ayudar a los débiles y a unas organizaciones pegadas al presupuesto público, es decir a un dinero de los demás forzado, no voluntario, como es el dinero de donativos y limosnas.

Davos se muere, Porto Alegre también. Y no hay que entristecerse por ello. Con su declive, la pugna ente capitalismo y socialismo fenecen también y, en un mundo global, las viejas ideologías son sustituidas por una batalla mucho más definitiva: la lucha en favor del individuo y la familia frente a los poderes políticos, económicos, sociales e informativos, partidarios del monopolio y el pensamiento único. En definitiva, la batalla entre lo grande y lo pequeño.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com