Días atrás he visitado la milla de oro del vino español. Se denomina así a esa zona de la Ribera del Duero, alrededor de Peñafiel, donde se elaboran vinos mundialmente reconocidos. Por decir algo, estoy hablando de la sede de Vega Sicilia, Viña Arzuaga o Protos.
Visita guida a una de las bodegas más reconocidas, acompañado de una guía experta en la zona. No sé si he aprendido mucho de vino pero sí acerca de la cosmovisión actual, de la atmósfera intelectual dominante.
Nuestra guía vinícola nos enseña los inmensos viñedos que aportan la materia prima de su producto y acaba recalando en una encina de más de 1.000 años, convertida en símbolo del emporio vinícola. Y ahí es donde mi guía se extasía. Tras comunicarnos que "la naturaleza tiene magia", nos anima a abrazar el árbol para asimilar la energía que despide. La verdad es que el ejemplar es hermoso pero en nada parecido, a pesar de su magia natural, a una central de ciclo combinado, productora de energía. Me abstengo de cualquier opinión, incluso de cualquier carcajada, lo cual me costó un cierto esfuerzo, porque el mariachi panteísta no había concluido. La guía –insisto, una chica instruida en varios órdenes, especialmente en enología, comienza a dar vueltas alrededor del gigante arbóreo en busca de algo. Al final lo consigue, se vuelve hacia la concurrencia y enseña lo que ha recogido del suelo: "¡Una bellota albina!", exclama, plena de gozo, mientras muestra una bellota pálida. Y nos explica su liturgia: "Siempre llevo una en el bolso y cuando se me seca (cuando y produce kilovatios, supongo) la sustituyo por otra".
No puedo evitar recordar a Escrútopo, el brillante demonio concebido por Clive Lewis, cuando enseña que el definitivo triunfo infernal llegará cuando los hombres no crean en Dios sino en lo que vagamente llama fuerzas (¿Energía?).
La naturaleza no es mágica, sino maravillosa. No trasmite energía sino serenidad, no es obra de un mago, sino de Dios. Y lo que es peor: la magia blanca no existe. Si es magia, siempre es magia negra. Pero sí, el panteísmo, mejor, la ecología panteísta es la religión imperante. Y uno de sus actos litúrgicos más solemnes consiste en llevar una bellota en el bolso. Si es bellota mágica y milenaria, mejor que mejor.