Alguien, no me pregunten quién, advirtió que Vendrá la hora cuando cualquiera que os mate pensará que rinde servicio a Dios.

Así que no podemos alegar que no lo sabíamos. Es lástima. No se pierdan el reportaje de la agencia Zenit sobre la Cristofobia, el odio a Cristo, no a la Iglesia, porque el objetivo final durante toda la modernidad es el que era, y los curas o los católicos sólo son los representantes viables del Padre Eterno, pero no el objetivo. La segunda mitad del siglo XX se ha caracterizado por el ensañamiento con el más débil, con el no nacido, en multitud de formas, así como la degeneración de la mujer, por mor de la soberbia feminista -el virus feminista ha calado en la sociedad con malsana eficacia- y del más espantoso crimen de todos: el parricidio, o madre que asesina a su hijo no nacido. En el mundo siempre ha habido épocas de aborto pero mi memoria histórica no recuerda una época de orgullo abortista. En el mundo siempre han existido homosexuales, pero mi memoria histórica no recuerda una época de orgullo gay.

Por lo tanto no es de extrañar que se produzca el efecto del verdugo que se convierte en víctima, y que la gran realización política del siglo XX -obra de cristianos, como no podía ser de otra forma, la Declaración de los Derechos del Hombre- haya pasado de escudo frente a la tiranía a espada liberticida, capaz de rajar la libertad de expresión.

La persecución ha comenzado y terminará como todas las persecuciones: con el triunfo del perseguido. Como diría Guareschi, cuando el Padre Eterno se enfade  mueve una diezmillonésima de milímetro la falange de su dedo meñique. Entonces empezaremos de nuevo.

Eulogio López

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