No son uno, sino dos los informes que el ex director general de Asuntos Religiosos, en tiempos del Felipe González, Dionisio Llamazares, ha elevado al Gobierno avalando el buen hacer de la Iglesia de la Cienciología. La secta norteamericana lleva años operando en España aprovechando los momentos de debilidad psicológica de sus fieles. Pero recientemente acaba de inaugurar sus instalaciones en la céntrica calle del Prado. Una inversión valorada en los 2.000 millones de las antiguas pesetas que fue festejada con música, baile y la presencia de Tom Cruise.
Llamazares proviene del ámbito eclesiástico como casi todos los expertos en derecho eclesiástico del Estado. Pero debió de haber algo que no digirió correctamente tras su fracaso vocacional y ha empeñado su inteligencia y voluntad en colocar chinas en los zapatos de la "Infame". Siendo director general de Asuntos Religiosos, alcanzó en 1992 un acuerdo con las confesiones de "reconocido arraigo" del que se derivan las actuales dotaciones presupuestarias y el reciente acuerdo para la enseñanza islámica en las aulas públicas.
Algunos expertos critican el fomento de este pluralismo religioso que -afirman- olvida la mayoría sociológica de España: "La Constitución defiende el principio del pluralismo político, pero no habla del pluralismo religioso. Una cosa es respetar lo distinto y otra promoverlo". O dicho de otra forma, el Gobierno se ha tomado la pluralidad religiosa como si se tratara de la competencia en el sector de las telecomunicaciones: poner impedimentos al operador dominante y ofrecer alas a los operadores alternativos. Lo que pasa es que en materia de religión, la Administración debería ser mucho más respetuosa con la manifestación religiosa natural del pueblo. A no ser que se entienda que pueden existir riesgos monopolísticos, que es lo que debe de pensar Llamazares.