Con el calor que hacía ayer tarde en Málaga a mí se me ocurrió ponerme a planchar. Pero no crean que soy masoquista, es que tenía que hacerlo, y, cuando hay que hacer una cosa se hace ¡y no pasa nada!
Bueno a lo que voy, que para distraer un poco la imaginación y no pensar en el calor, puse la radio. Estaban hablando sobre la felicidad, cada uno daba su opinión de lo que para ellos es la felicidad. Había comentarios de todos los estilos, pero uno me llegó al alma, fue una joven que dijo: no me siento más feliz que cuando hago algo por alguien. A muchos esa respuesta ni les suena desgraciadamente, y es que hoy día en todos los medios nos invaden constantemente con mensajes de consumo, ofertándonos para conseguir sentirnos bien, poseer, tener muchas opciones para elegir y entender la vida como un supermercado donde cada uno puede escoger lo que más le gusta y rechazar el resto.
Afrontamos la vida como si la felicidad estuviera en lo material, cuando realmente está en las personas. Cuántos pobres de felicidad hay en nuestra sociedad que están rodeados de tantas cosas, pero ninguna les hace felices.
La puerta de la felicidad se abre hacia fuera afirmaba Víctor Frankl recordando a Kierkegaard: debemos buscar la felicidad con la mirada puesta en el espíritu de servicio, en ese darnos a los demás
En esta época de crisis, que no sólo económica, sino de valores es muy fácil caer en la tentación de ver sólo nuestras carencias económicas, sociales, morales, religiosas... y no ser consciente de lo mucho que tenemos y de lo llena que está nuestra vida.
No olvidemos que el secreto de la felicidad está en olvidarse de lo propio para pensar sólo en los demás. Esta experiencia la han tenido, a lo largo de los siglos, multitud de personas. Merece la pena intentarlo.
Josefina Galán