Hay tres tipos de periodismo en Internet: los punto.es, los periódicos electrónicos y los confidenciales.
Los primeros son las ediciones digitales de la prensa tradicional. Son los más prestigiosos, pues tienen la vitola de marca histórica, la que les otorga su cabecera matriz. El mundo.es sería un ejemplo típico.
Su problema es que esa casa matriz no puede canibalizarse. Sabe que su diario en papel es una especie en peligro de extinción, pero una página de publicidad en ese soporte todavía vale tanto como toda la que se incluye en su edición electrónica. Un hecho absurdo que ya hubiese terminado si no fuera por el pluralismo exuberante de Internet y su espléndida multiplicidad de voces. Con la WEB, el concepto de competencia ha entrado en una nueva dimensión.
En definitiva, toda la prensa tradicional se encuentra en peligro de extinción pero la transición hacia Internet resulta desesperantemente lenta. Mi opinión, por lo que luego apuntaré es que esa transición no culminará nunca, pues la clave está en otro punto.
En cualquier caso, los punto.es son agencias de noticias, luchan por la instantaneidad, pero las exclusivas se las quedan sus hermanos mayores, los del negro sobre blanco. Y en una sociedad saturada de información, hastiada de datos que no puede metabolizar por falta de tiempo, lo único que importa en el periodismo es la exclusiva, la información que posee uno y no los demás. Aunque sólo dure minutos, la exclusiva continúa siendo la clave del éxito.
Precisamente por eso, los poderes políticos y económicos, así como la casta de los directores de comunicación, sólo alberga un objetivo: evitar las exclusivas. Ejemplo: la directiva de la Unión Europea, traspasada al ordenamiento jurídico español, y que ahora pretende perpetrar la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), consiste en eso: prohibir las exclusivas asimilándolas a la información confidencial. En plata, que no se pueda publicar ninguna noticia, aunque sea cierta, si interfiere en la cotización de un valor bursátil. Es el dios-mercado. Si llevamos esta teoría a su culminación natural, tendríamos que prohibir los huracanes y los terremotos, que tanta influyen en la normal cotización de los valores.
En cualquier caso,las ediciones digitales de la prensa tradicional mantienen un lenguaje objetivista, funcionarial, el mismo que ha destrozado a la prensa tradicional, porque con tanta objetividad la gente no se entera de nada.
En segundo lugar, están los periódicos electrónicos independientes. Son independientes porque pertenecen a nuevos editores, y esto ya es un mérito tremendo. Quiero decir que los medios tradicionales no son medios, son multimedias, cada vez menos en número y cada vez más poderosos. Es decir, más pegados al poder porque ellos mismos forman parte del poder. Forman un oligopolio. Por ejemplo, en España el periodismo se lo reparten cuatro grandes grupos: Prisa, Rizzoli, Planeta y Vocento. En este sentido, pues, los independientes de Internet representan un gran avance.
Ahora bien, la prensa electrónica independiente copia el estilo y el lenguaje de sus hermanos mayores. Sobre todo el lenguaje, sólo que, en lugar de escribir en papel,escriben en pantalla. Este es el problema. No salen del periodismo objetivista porque consideran que el rigor consiste en eso, en la objetividad.
Insisto en que representan un avance en pluralismo frente al oligopolio, pero aún no han dado el paso definitivo. El paso, la clave del periodismo electrónico, y de cualquier soporte informativo del siglo XXI, es el lenguaje. Y ahí entramos en el tercer modelo de periodismo, el menos practicado por los grandes, el de los confidenciales. Hispanidad no quiere ser un periódico electrónico, sino eso mismo: un confidencial. No porque siempre demos información confidencial, exclusivas -¡Ojalá!-, sino porque bajo esa denominación se alude -las más de las veces despectivamente, pero eso poco me importa- a un medio que emplea un lenguaje explicativo, que no pretende ser objetivo, mucho menos neutral, ni tan siquiera imparcial. Sólo pretendemos ser honrados, y la honradez consiste en avisar al lector sobre quién eres y, a partir de esos principios, analizar la realidad. A nadie se le obliga a leer Hispanidad, pero quien lo haga sabe lo que se va a encontrar.
La clave pues, es el lenguaje, coloquial, explicativo, por tanto, subjetivo, pero no sectario. Internet es la sede social del periodismo explicativo, y los medios audiovisuales tratan de aclimatarse al nuevo estado de cosas. La prensa, tanto la de papel como sus ediciones digitales y muchos periódicos electrónicos, mera transposición de la rotativa al mundo digital, aún están en el objetivismo, al que pomposamente, con esa obsesión de la pedantería por hacerse trampas en el solitario, califican de rigor. Y así, nunca el rigor se situó más lejos de la verdad. No es de extrañar que los periódicos tradicionales tal y como informábamos en hispanidad, estén situándose al borde de la quiebra.
El nuevo periodismo no es más que un nuevo lenguaje, que es el lenguaje coloquial de siempre, en el que siempre se han expresado los seres humanos. Y, ya de paso,
certificar la muerte definitiva de la objetividad y su sustitución por algo mucho más preciado: la sinceridad.
Por eso, los denostados confidenciales están influyendo en la sociedad tanto o más que sus hermanos mayores. No son los confidenciales los que deben imitar a los grandes medios, sino justo al revés. Y si no caen en la cuenta de esto, mejor que mejor para los confidenciales que constituyen, además, el único periodismo libre que existe hoy en día. Y a los grandes multimedia sólo les queda una opción: imitar a los confidenciales. Y si no, desaparecerán en el aburrimiento del pensamiento único y de lo políticamente correcto, eso que tanto detestan los lectores. ¿Qué los confidenciales están condenados a ser pequeños? Claro, porque son muchos, en eso consiste la libertad. Pero su influencia crece, mientras mengua la de los grandes, y con la influencia mengua, y con ella mengua su propia dimensión empresarial. Buena prueba de ello es el desastroso ejercicio 2008 para la prensa diaria española, de la que dábamos cuenta el viernes. La prensa papel es un producto del siglo XX, no porque se edite en papel, sino porque se edita en lenguaje objetivista.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com