Rubalcaba busca un alianza con los nacionalismos vasco, catalán y canario, aun a costa de provocar una crisis institucional. Los catalanes exigen el cupo y los vascos una Euskadi nacionalista. CIU vive una guerra civil entre Más y Durán. Rubalcaba resucita el Zapaterismo sin Zapatero: más cristofobia y las dos Españas. En economía, opta por las contra-reformasEn Hispanidad fuimos los primeros en hablar del gobierno de concentración social-nacionalistas que pretendía Zapatero y que ahora relanza Rubalcaba, y que no es otra cosa que el memorial, en el siglo XXI, del Frente Popular de la II República. Pretende don Alfredo, o Alfredo a secas, una alianza preelectoral con los nacionalismos vascos, catalán y canario.
Considera el vicepresidente y candidato del PSOE que es imposible darle la vuelta a las encuestas en 10 meses, salvo que suceda otro 11-M, como en 2004, cuando se produjo el vuelco. Por tanto, necesita una alianza con CIU, PNV y Coalición Canaria y esperar que el PP consiga en 2012 una mayoría simple, a la que poder enfrentar una coalición de socialistas y nacionalistas. O sea, pretende un Frente Popular, esta vez con más presencia nacionalista que de Izquierda Unida, porque vender a estas alturas comunismo resulta complicado hasta para los del 15-M.
El problema es que la ambición de Rubalcaba nos lleva a una crisis institucional. Veamos. En el gobierno de España, no así en los autonómicos, a lo largo de toda la Transición, la norma no escrita ha consistido en que gobierne la lista más votada, con la mayoría que sea. Y así ha ocurrido con Rodríguez Zapatero en 2004 y 2008. El Jefe del Estado lo ha tenido fácil.
Lo que ahora pretende Rubalcaba es romper con esa tradición pero la tradición es la democracia de los muertos y fracturarla siempre resulta peligroso. Pretende, en suma, una alianza preelectoral para que gobierne, no la lista más votada, sino un gobierno de coalición.
Naturalmente, los nacionalistas exigen su precio. Los catalanes, el cupo financiero y desarrollar el Estatut. Los vascos, recuperar la lehendakaritzia, además de una Euskadi controlada por el nacionalismo. Incluso pretenden que el proetarra Bildu gobierne Guipúzcoa y San Sebastián.
Por supuesto, el Frente Popular está abierto a todo tipo de nacionalismos: canario, gallego, vasco-navarro y a los regionalistas deseosos de poder actuar como bisagras pro-PSOE y anti-PP a cambio de cuota de cargos públicos. Estamos ante un nuevo frente popular o social-nacionalismo. Es la resurrección de las dos Españas. Especial importancia tiene la lucha interna entre la "C" y la "U" que se libra en CIU. El democristiano Durán Lleida quiere ser ministro de Exteriores de un Gobierno Rajoy mientras que el soberanista Artur Mas apuesta por Rubalcaba como socio, a pesar de que ya se la jugaron con el Tripartito, donde el PSOE eligió como socio a los independentistas de ERC y a los comunistas de ICV para que pudieran gobernar, sucesivamente, Maragall y Montilla. Rubalcaba y Zapatero se odian, pues el primero ha logrado jubilar al segundo, convertido ya en un presidente 'pato cojo' a quien nadie toma en serio. Sin embargo, Rubalcaba pretende un zapaterismo sin Zapatero. Por eso, don Alfredo ha roto su imagen moderada de felipista y ahora se ha convertido, por ejemplo, en un abortista radical, que enarbola la Ley Bibiana Aído. Es decir, el aborto es un derecho inalienable de la mujer. También quiere pasar a la historia como pretendía ZP, como el pacificador de Euskadi. Una paz falsa, donde ceden lo mismo los demócratas que los asesinos de ETA, pero que se puede vender como el fin del terrorismo etarra, aunque no sea sino el principio de una España cada vez más rota y la humillación definitiva de las víctimas. Por eso, también, ha renovado el espíritu revanchista de las dos Españas, el guerracivilismo. Por eso, por último, el compañero Alfredo pretende paralizar la reforma laboral. El vienes 3 aseguraba que la reforma del próximo día 10, por decreto. se hará según los deseos de CCOO y UGT: otra reformita que como la de septiembre, que no ha creado, sino destruido, puestos de trabajo. Es más, Rubalcaba pretende, asimismo, apoyar la contrarreforma financiera. Y es que el progresismo de Rubalcaba es progre-capitalismo. En plata: terminar con las cajas de ahorros y apoyar con fondos públicos a la banca para mantener el componente especulativo de los mercados financieros actuales.
En otras palabras, ayuda a los rentistas contra los autónomos y los trabajadores, a los ricos contra los pobres y entronizar a los parásitos de la economía real. Malos tiempos para pymes y para la pequeña propiedad, la única que pude sacar a España de la postración económica.
Y en este punto, al igual que ocurre con sus posturas sobre el derecho a la vida o la protección de la familia, el PP de Mariano Rajoy continúa bostezando en un centro-reformismo que no protege la vida, ni la familia ni la pequeña –el adjetivo es fundamental- propiedad privada. Es la mejor manera de que el compañero Alfredo consiga imponer su Frente Popular… social-nacionalista.
Eulogio López
eulogo@hispanidad.com
Considera el vicepresidente y candidato del PSOE que es imposible darle la vuelta a las encuestas en 10 meses, salvo que suceda otro 11-M, como en 2004, cuando se produjo el vuelco. Por tanto, necesita una alianza con CIU, PNV y Coalición Canaria y esperar que el PP consiga en 2012 una mayoría simple, a la que poder enfrentar una coalición de socialistas y nacionalistas. O sea, pretende un Frente Popular, esta vez con más presencia nacionalista que de Izquierda Unida, porque vender a estas alturas comunismo resulta complicado hasta para los del 15-M.
El problema es que la ambición de Rubalcaba nos lleva a una crisis institucional. Veamos. En el gobierno de España, no así en los autonómicos, a lo largo de toda la Transición, la norma no escrita ha consistido en que gobierne la lista más votada, con la mayoría que sea. Y así ha ocurrido con Rodríguez Zapatero en 2004 y 2008. El Jefe del Estado lo ha tenido fácil.
Lo que ahora pretende Rubalcaba es romper con esa tradición pero la tradición es la democracia de los muertos y fracturarla siempre resulta peligroso. Pretende, en suma, una alianza preelectoral para que gobierne, no la lista más votada, sino un gobierno de coalición.
Naturalmente, los nacionalistas exigen su precio. Los catalanes, el cupo financiero y desarrollar el Estatut. Los vascos, recuperar la lehendakaritzia, además de una Euskadi controlada por el nacionalismo. Incluso pretenden que el proetarra Bildu gobierne Guipúzcoa y San Sebastián.
Por supuesto, el Frente Popular está abierto a todo tipo de nacionalismos: canario, gallego, vasco-navarro y a los regionalistas deseosos de poder actuar como bisagras pro-PSOE y anti-PP a cambio de cuota de cargos públicos. Estamos ante un nuevo frente popular o social-nacionalismo. Es la resurrección de las dos Españas. Especial importancia tiene la lucha interna entre la "C" y la "U" que se libra en CIU. El democristiano Durán Lleida quiere ser ministro de Exteriores de un Gobierno Rajoy mientras que el soberanista Artur Mas apuesta por Rubalcaba como socio, a pesar de que ya se la jugaron con el Tripartito, donde el PSOE eligió como socio a los independentistas de ERC y a los comunistas de ICV para que pudieran gobernar, sucesivamente, Maragall y Montilla. Rubalcaba y Zapatero se odian, pues el primero ha logrado jubilar al segundo, convertido ya en un presidente 'pato cojo' a quien nadie toma en serio. Sin embargo, Rubalcaba pretende un zapaterismo sin Zapatero. Por eso, don Alfredo ha roto su imagen moderada de felipista y ahora se ha convertido, por ejemplo, en un abortista radical, que enarbola la Ley Bibiana Aído. Es decir, el aborto es un derecho inalienable de la mujer. También quiere pasar a la historia como pretendía ZP, como el pacificador de Euskadi. Una paz falsa, donde ceden lo mismo los demócratas que los asesinos de ETA, pero que se puede vender como el fin del terrorismo etarra, aunque no sea sino el principio de una España cada vez más rota y la humillación definitiva de las víctimas. Por eso, también, ha renovado el espíritu revanchista de las dos Españas, el guerracivilismo. Por eso, por último, el compañero Alfredo pretende paralizar la reforma laboral. El vienes 3 aseguraba que la reforma del próximo día 10, por decreto. se hará según los deseos de CCOO y UGT: otra reformita que como la de septiembre, que no ha creado, sino destruido, puestos de trabajo. Es más, Rubalcaba pretende, asimismo, apoyar la contrarreforma financiera. Y es que el progresismo de Rubalcaba es progre-capitalismo. En plata: terminar con las cajas de ahorros y apoyar con fondos públicos a la banca para mantener el componente especulativo de los mercados financieros actuales.
En otras palabras, ayuda a los rentistas contra los autónomos y los trabajadores, a los ricos contra los pobres y entronizar a los parásitos de la economía real. Malos tiempos para pymes y para la pequeña propiedad, la única que pude sacar a España de la postración económica.
Y en este punto, al igual que ocurre con sus posturas sobre el derecho a la vida o la protección de la familia, el PP de Mariano Rajoy continúa bostezando en un centro-reformismo que no protege la vida, ni la familia ni la pequeña –el adjetivo es fundamental- propiedad privada. Es la mejor manera de que el compañero Alfredo consiga imponer su Frente Popular… social-nacionalista.
Eulogio López
eulogo@hispanidad.com