Es sabido que el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, expulsó a Jesús Cacho, el columnista económico más reputado de España, por dos razones. En primer lugar, Pedro José le reprochó que no le hubiera defendido en el contencioso que mantiene con los nacionalistas catalanes, que cada verano intentan asaltar la piscina de su casa de Mallorca. Esto lo entendemos: es grave, y en su inacción, Cacho merece las tinieblas del silencio.
La segunda razón es más discutible. Al parecer, Cacho osaba criticar a gente como el presidente del Santander, Emilio Botín, con quien tan buenos negocios ha hecho tanto Jesús Polanco como su presunto adversario, don Pedro José.
Pues sí, pero no. Porque el director de El Mundo no lo explica exactamente así. Lo que dice Pedro José es mucho más concreto : según él, Cacho habría criticado, no sólo a Emilio Botín buen nombre para un banquero-, sino al establishment hispano, del que él, Pedro José, naturalmente, forma parte. Y ese establishment pedrojotiano, no sólo se refiere a Botín, sino también a Isidoro Álvarez, de El Corte Inglés, y, por ejemplo, a los frecuentadores de las caras de la noticia que Pedro José luce en la página dos de El Mundo. Por ejemplo, a los constructores Rafael del Pino y José María Entrecanales, dos de las grandes fortunas españolas, fulgurantes rayos de modestia y muy liberales, tan progresistas, como corresponde a don Pedro.
Y claro, la libertad de prensa tiene un solo límite, amigo Cacho : el poder, especialmente el poder de determinados periodistas.