ADECES defiende la desaparición de las legítimas (cantidad que obligatoriamente deben recibir los hijos de un fallecido) y que el testador pueda dejar sus bienes a quien desee.

Nuevamente nos encontraos con una petición que simula libertad cuando no deja de ser un ataque a la familia.

El único problema de la familia no sólo es permanecer en unidad sino dejar claro que somos una especie y que la especie humana y la civilización humana, han descargado en la familia la obligación, no sólo de atraer nuevos consumidores y contribuyentes al mundo, sino la de criarles, educarles y protegerles hasta que ellos puedan hacerlo. Tener hijos no es un derecho sino un deber que puede resultar espléndido o terrible, según depende. Pero, en cualquier caso, procrear conlleva unos deberes y crea unos lazos. Ni tan siquiera cuando los hijos se independizan ha muerto ese lazo.

La familia es una célula de resistencia a la opresión porque es el único lugar donde a cada cual se le valora por lo que es, no por lo que aporta. En cuanto se abre la puerta de la calle, ya estamos en otro mundo: estamos en el mundo de la contraprestación, no de la donación.

Por lo demás, la familia forma una unidad: donde todo se comparte: el dinero de los padres también pertenece a los hijos, aunque no lo administren. Y si no, no estamos hablando de familia, de compromiso, sino de un mero contrato.

De hecho, el sistema que propone ADECES tiene su modelo en Estados Unidos, preferentemente en la Costa Oeste. De ahí ha nacido la fabulación -no por ello mentirosa- sobre el viejecito que deshereda a sus vástagos y lega su fortuna a la enfermera, por lo general prepotente y maciza, que le ha atendido en sus últimos días.

Puede discutirse si las legítimas deben ser un porcentaje u otro, pero lo que no pueden es suprimirse. No por una cuestión fiscal sino por una cuestión mucho más profunda: la esencia misma de la sociedad humana, que nada tiene que ver con las especies animales o vegetales.

Eulogio López

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