La Universidad San Pablo CEU organiza un congreso sobre Chesterton, es decir, sobre el pensador soberano de la modernidad, nacido en 1874 y muerto en 1936.

Personalmente, sostengo que el secreto de su brillantez residía en su alegría. Don Gilbert era, antes que periodista, novelista, ensayista y dramaturgo o poeta, un tipo jovial, que exprimía su existencia y para quien el mayor pecado consistía en la ingratitud del deprimido. A partir de ahí todo le vino dado rodado. España le descubrió muy tarde, más que los países hermanos de Iberoamérica –por ejemplo Argentina- y ahora nos dedicamos a recuperar el tiempo perdido, porque lo cierto es que él sí descubrió España antes que nadie.

¿De donde le venía esa ironía alegre, que no mordaz? De su amor a Cristo, naturalmente, que le llevaba a reírse ante todo, de sus propias carencias. O como él diría, siendo aún un adolescente, en un ejercicio de distinción entre lo sardónico y lo sarcástico: "sonrisa sardónica es la que pondría en el caso de caer de bruces en ese charco… Y sonrisa sarcástica es la que exhibiría si se cayera el director del colegio". Prudente distinción en efecto, entre la ironía a favor –también conocida como alegría- o la ironía en contra –también conocida como mala uva-. Y lo que atrae a las multitudes es el buen humor.

Este era su secreto, lo que unido a otra extraña virtud, el sentido común, a la ausencia de otro gravísimo defecto –la pedantería-, además de unas dotes literarias fuera de lo común (pequeños detalles, como ustedes comprenderán) cocinaron el pensador 'number one' de toda la era moderna. O mejor, cocinaron el destrozador de esa modernidad intelectual, club al que se han apuntado todos los agonías que en el mundo contemporáneo han sido. Una vez has entrado en el universo Chesterton, el resto de ese manicomio llamado modernidad te resulta insípido.

El Congreso contará, además con uno de los mejores chestertonianos que conozco, Dale Ahlquist y con un manjar exquisito: Aidan Mackey uno de los sobrevivientes de aquella época dorada de Inglaterra, quien conoció a la pérfida cuñada de Chesterton, Ada Jones, y a la encantadora albacea, y ex secretaria de Don Gilberto, Dorothy Collins. Yo, desde luego, no me lo pierdo.

Eulogio López
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