No se lo van a creer pero el mejor remedio para no verse infectado de SIDA por vía sexual es no practicar el sexo con quien no se debe. Digo que no se lo van a creer con la misma convicción con la que Chesterton afirmaba que llegará un momento en que tendremos que luchar para demostrar que la hierba es verde. En efecto, lo peor del modernismo es su horror a la evidencia. La evidencia aporta una sentencia irrevocable: si la cópula es el instrumento de contagio, lo mejor sería no copular con el primero que pase, actitud lógica en los perros -sólo en periodo de celo- pero no el animal racional . Y si la relaciones sexuales no se hubieran banalizado tanto (un padre de ocho hijos definía la situación actual con un contundente follan como respiran) no hubiéramos creado el mejor mercado actual, con multinacionales nacidas de la noche a la mañana: el de los preservativos. Si el sexo no se hubiera trivializado, si las películas de Woody Allen, por citar a un tipo brillante, no comenzaran en un revuelto de sábanas minutos después de que chico y chica se saluden por vez primera, si, en resumen, la relación sexual se ciñera a la entrega de un hombre a una mujer y de una mujer al hombre que no otra cosa es el matrimonio, entonces no harían falta condones ni se propagaría el SIDA.
Y lo que es más importante: la diosa Cibeles, símbolo de Madrid, no estaría envuelta en un repugnante velo encarnado, como el lacito anti-sida y pro-condón, en una de las escenas ciudadanas más necias que se le haya podido ocurrir al alcalde de la capital, D. Alberto Ruiz-Gallardón, especialista en la materia. Al final, no se sabe si la diosa está empaquetada en un lazo enorme o en un enorme condón. Pero, eso sí, de color rojo. Es repugnante: es la Cibeles encarná
Luego viene el engaño, porque la obsesión antivida no es más que la cima de una montaña de embustes. ¿El condón evita el SIDA? No. Puede reducir el riesgo, pero jamás lo anula. El asunto es que como el SIDA puede tardar años en desarrollarse, muchos de los que se han lanzado a la coyunda confiados en las campañas del Gobierno y de las comunidades autónomas y ayuntamientos, desarrollarán la enfermedad y, entonces, ya no tendrán fuerzas para reclamar a nadie por la estafa.
Entre otras cosas, de esto trata la carta que nos remite el famoso padre Loring: un ejercicio de evidencia.
Ahora bien, si lo del señor alcalde es necedad oportunista, lo del Ministerio de Sanidad, regido por la inefable socialista Elena Salgado, tiene aún mayor delito. Son las relaciones homosexuales, por antinaturales, las que con mayor fiereza propagan el VIH. Si ya es antinatural un sexo separado del amor y el compromiso, ya lo de introducir el pene por recto, no es que sea antinatural: es que una cochinada enorme, a la que Salgado y Rodríguez Zapatero se han empeñado en llamarle matrimonio. De tamaña cochinada es de donde sale el SIDA, y lo único extraño es que no haya surgido un centenar de patologías más. Y así, además de la estafa del condón, patrimonio de la izquierda y la derecha, en el caso de Salgado, adalid del zapaterismo, tenemos que añadir la coña de que el Gobierno que más ha animado la homosexualidad en el mundo, el español, el Ejecutivo de Mister Bean que legalizó el gaymonio y la adopción de niños, se convierta ahora en abanderado de la lucha contra la pandemia del SIDA. ¡Hay que ser cínico!
Así que estamos obligados a demostrar la evidencia, una tarea compleja y complicada, se lo puedo asegurar. Estamos obligados a demostrar que la homosexualidad provoca SIDA, y que el mejor medio para no contraer, y no transmitir, una enfermedad de transmisión sexual es no copular con quien no debes. Y en ese caso, ¡qué descubrimiento!- no hacen falta gomas de ningún tipo. La compañía Durex y similares lo sentirán, pero seguramente eso no debería constituir nuestra principal preocupación.
Eulogio López