Sr. Director:

La reciente noticia de que una madre debe restituir sus hijos a su padre, quien los reclama desde Israel, ha suscitado una aparente indiferencia de los medios gráficos como la más extensa cobertura de los radiales y televisivos.

Lo que más llama la atención es el tratamiento subjetivo que se da a esta información sin analizarla en profundidad.

Existen claramente tres puntos de vista: el del padre el de la madre y el de los hijos. El padre ha reclamado la custodia de los hijos basado en el hecho demostrado de que la madre los sustrajo, sin su permiso ni el de las autoridades competentes, y se los llevó a España, hecho delictivo en sí mismo y contemplado en el derecho internacional. La madre sostiene razones de madre (sic) para habérselos llevad motivos culturales, deseo de los niños y, aquí viene lo increíble, su personal dificultad  de adaptación al país (Israel) y costumbres religiosas ortodoxas del padre, así como su opinión de que en España están mejor.

Y yo me pregunt ¿Cómo puede saber que es lo mejor para sus hijos? ¿Sólo por ser madre se saben estas cosas? ¿Quién lo dice? Intentar esgrimir este tipo de argumentos es falaz e intencionado con el fin de presentarse como víctima frente a la sociedad y buscar un apoyo social y gubernamental que no le corresponde. No hay que olvidar que el secuestro internacional de menores es un grave delito, aunque se trate de sus propios hijos, y los jueces así lo reconocieron en la sentencia y apelaciones posteriores.

El punto de vista de los hijos es lo más preocupante del caso. La hija mayor de 14 años declaró que quiere quedarse en España y que no le gusta estar allá. La voz de la niña, entrecortada y dubitativa, repitió dos veces que no le gustaba estar allá, una sobreafirmación que intenta hacer suyo un argumento que no le es propio y que cualquiera puede darse cuenta al escucharla.

En este punto entran en juego una serie de factores que llevan a una situación de desprotección de los derechos de los menores que es importante analizar. En primer lugar esta el hecho delictivo en sí. La denuncia del mismo se tramita en primera instancia, luego vienen los recursos ante los órganos judiciales superiores. Todo esto acumula un retraso en el tiempo que beneficia al progenitor delincuente que, con la tenencia de los hijos en su poder y a lo largo del tiempo y su desarrollo (aquí han pasado más de dos años), es capaz de inculcarle su modo de pensar sobre los hechos y elaborar una campaña de desprestigio contra el otro progenitor que luego se convierte en el modo propio de pensar de los menores. Esto es conocido como Síndrome de Alienación Parental, está descrito hace más de 20 años y hay extensa literatura Nacional e Internacional al respecto.

De este modo, que la niña declare que no quiere volver ni estar con su padre es la expresión final de un complot muy bien organizado por su madre y entorno familiar y al que favorecen el retraso judicial, los peritos psicólogos que no están formados en estas técnicas de manipulación y abuso de menores y no saben detectarlas, y en los medios de comunicación que se hacen eco de la noticia justificando, a priori a, la actitud delictiva de la madre sin siquiera ponerla en duda.

La solución al conflicto pasa por exigir una mayor celeridad en los procesos de este tipo en que los derechos de los menores pueden ser conculcados, en la toma de medidas cautelares ante la primera decisión judicial (en este caso restituir a los menores al padre con efecto inmediato), y realizar las pruebas periciales psicológicas a los menores interpretando sus opiniones en función del contexto familiar en el que se hallan inmersos para diferenciar las opiniones ajenas o impuestas de los propios deseos.

Al final, lo justo es que la custodia la tenga el progenitor más legal.

Jorge Skibinsky Turkieltaub

jorgeski@yahoo.com