Sr. Director:
Acabó la legislatura y un aspecto, una sensación, una idea que desde ayer me ronda en la cabeza, de forma principal, es que en España tenemos un serio y grave déficit democrático. Se supone que bajo un régimen democrático es posible sostener cualquier idea, es posible ejercer la libertad de expresión, de movimientos, de asociación, etc. en general que el individuo, la persona, pueda hacer uso de sus libertades en el marco del respeto a un orden que permita a todos ejercerlas.En España hoy no es posible. Hay territorios en donde la lengua divide, excluye, discrimina... y lo que es peor, que quienes deberían evitarlo -los gobernantes- son precisamente quienes lo han provocado; y no pasa nada. Hay territorios donde quienes cumplen las leyes se juegan la ¡¡vida!!, y quienes deberían evitarlo, no sólo no lo hacen, sino que encima tienen la desfachatez de apoyar -de mil maneras- a los delincuentes de la libertad; y no pasa nada. Se supone que puedes decir casi lo que te de la gana -sin llegar al insulto, a la difamación- y resulta que en los medios de comunicación lo que más vende son tales productos en donde se cometen tales hechos; y no pasa nada; y quienes deberían poner coto a tales barbaridades, a tales denigraciones de la condición humana, no hacen nada... nada, por mor del sacrosanto derecho a la libertad de expresión.
Pero aún mas grave, es que pese a los indudables e incuestionables avances científicos que permiten saber y conocer muchísimo mejor la condición humana, la vida, nadie -en el ámbito político- se atreve a suscitar esta cuestión y seguimos permitiendo que bajo el amparo de la ley se asesine al inocente, ya sea para que no siga viviendo, ya sea para manipularlo, trocearlo, matarlo, para "conseguir avances científicos". Maquiavelo está de enhorabuena; el fin justifica los medios; y nadie hace o dice nada. La sociedad vive adormecida bajo el consumismo. No estamos dispuestos a perder el bienestar obtenido, gracias al esfuerzo de nuestros padres. Nadie se atreve a decir una realidad incuestionable; que la educación antes era mucho mejor a la hora de formar personas (de contenidos siempre se esta a tiempo).
Prácticamente todos los actuales políticos y demás personas relevantes de cualquier ámbito nacional han sido educados bajo el sistema anterior... y no parece que vivan bajo trauma alguno. Hay auténtico pánico a decir cosas como estas, pero tanto el Sr. Marín, como Zapatero, como Rajoy, como Rojo, como todos y cada uno de los magistrados tanto del TC como del TS, etc. parecen avergonzarse de ello. Hemos universalizado la enseñanza a costa de rebajarla drásticamente en lo básico; en la formación de personas con valores. Hoy, nuestra juventud no pasa de ser "solidaria" y poco más. No tienen ni saben a qué agarrarse; no tienen personalidad ni capacidad de superación alguna y ello, en el fondo, les impide ser libres, ejercer sus derechos por pura incapacidad personal al no haberles dotado de una auténtica formación humana, de fondo, de calado.
Llegamos al absurdo de entender que un cachete es malo por sí mismo. Llegamos al absurdo de confundir progreso y libertad, a tener el bolsillo lleno para "hacer cosas", de "vender" las ideas a cambio de dinero. Actualmente ningún partido con representación parlamentaria se sustrae a esta auténtica crisis, a este déficit democrático y quien se atreve -de vez en cuando- a denunciar de una u otra manera esta cuestión -ya sea en la derecha o en la izquierda- es inmediatamente "clasificado" bajo el ignominioso calificativo de "fascista", y queda excluido, habiendo una auténtica incapacidad de sostener debate alguno sobre las ideas. No existe ese debate, ni se quiere tener... ni se puede tener dada la increíble y escasa altura intelectual de nuestra sociedad y de nuestros representantes.
O llegamos a la conclusión del terrible déficit democrático que arrastramos, y le ponemos inmediato coto, o seguiremos por esta inexorable y tremenda inercia, en donde lamentablemente en nuestra sociedad actual sólo nos interesa el bolsillo, que no la vida, la libertad, los dos únicos y principales y auténticos valores
Rafael Llorente
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