Como siempre, la mentira por delante. La ministra de Sanidad, Elena Salgado, ya ha lanzado el trágala: los padres españoles podrán producir un hijo para matarlo y curar enfermedades de otro. Ya lo dice el viejo refrán español: Ojos que no ven, corazón que no siente. En el embrión (el pre-embrión no existe) están todas las características genéticas del hombre adulto, pero el embrión es muy chiquito y no se le ve: al niño ya nacido, sí.
Digo mentira porque nadie asegura que produciendo estos seres humanos destinados a cobayas humanas se vaya a curar enfermedad alguna. Hasta ahora, las únicas enfermedades que se han logrado curar han sido las que utilizan el método no homicida, de las células madre adultas. Pero es lo mismo. En la sociedad de la información cuando logras el consenso, no es necesaria la conspiración. En la tarde del miércoles 9, los canales de televisión supuraron toda la infamia y toda la mugre de la que fueron capaces: lo de Salgado representaba todo un avance científico y humanitario (muy cierto lo de humanitario : servirá para cargarse hombres en masa).
En el colmo del despropósito, la ex ministra de Sanidad de José María Aznar, Ana Pastor, corría a aclarar que la posibilidad de investigar con embriones ya se había abierto bajo su mandato. Y muy cierto. Fue el PP quien abrió la caja de Pandora. El PSOE, para marcar diferencia, simplemente ha dado un paso más: se podrán fecundar todos los óvulos que se quieran, hasta formar verdaderos criaderos humanos, más que nada para que la Clínica Dexeus, el Instituto Valenciano de Fertilidad (o era de infertilidad, a estas alturas tampoco creo que importe mucho) o el inefable Bernat Soria jueguen a ser Dios, produciendo seres humanos para el matadero y embolsándose sus buenas subvenciones.
La selección genética no es otra cosa que eugenesia, la raíz del nazismo y de todos los racismos. Las tragaderas del mundo actual ante tamaño atropello han logrado sorprenderme hasta mí. Estamos en pleno proceso de reingeniería social, pero esta vez en su origen, prenatal. A partir de ahí, cualquier cosa es posible. Salgado no llega mucho más allá que Pastor, ni Zapatero que Aznar, pero avanza hacia el mismo objetivo que el descrito en la película Al cruzar el límite, protagonizada por Gene Hackman y Hught Grant, sobre la utilización de vagabundos sin techo como cobayas humanas para curar a tetrapléjicos. Pastor y Salgado, Aznar y Zapatero, no utilizan a vagabundos (a lo mejor, porque votan) pero sí recurren a embriones, que es el material más abundante en la jungla humana del siglo XXI. Además, se pueden fabricar en serie.
Y no pasa nada.
Eulogio López