Sr. Director:

Nadie, que esté en su sano juicio, discutirá la necesidad de erradicar la violencia que sufren algunas mujeres; pero, en mi opinión, existe un error de planteamiento : lo más correcto no es estar en contra de la violencia de género, sino en contra de todo género de violencia.

Si partimos de la base de que los hombres y las mujeres somos iguales, pues disfrutamos en cuanto seres humanos de la misma dignidad, tendríamos que ver del mismo modo reprobable la violencia que pueda sufrir un niño, un adolescente, un adulto o un anciano con independencia de su sexo y, ante un mismo tipo de agresión, pedir la misma condena; correspondiendo al Juez analizar los agravantes del delito, considerando entre estos, por supuesto, el grado de debilidad de la víctima frente a su agresor.

Para extirpar esta lacra social no es suficiente con las medidas de castigo, siendo necesario ir a la raíz del problema mediante un análisis, serio y sin prejuicios, de las causas reales; y sobre todo, se han de evitar análisis sectarios como los que podemos encontrar en el libro violencia: tolerancia cero-. En dicho libro, financiado por la obra social de La Caixa y del que es coautora la socialista Inés Alberdi, se responsabiliza a la religión cristiana y a la familia de la violencia contra las mujeres. Afirmaciones estas que, además de falsas, nacen de su anticristianismo y de su marcado feminismo radical.

La solución a este problema no radica en compensar el machismo con el feminismo, sino en la reeducación de la sociedad; una reeducación encaminada a contrarrestar los efectos de una sociedad hedonista y materialista que potencia el egoísmo y el individualismo en los hombres y en las mujeres, minando su capacidad de darse a los demás desinteresadamente, y que les hace ver a sus prójimos como meros objetos de su propiedad destinados a satisfacerles.

Otro pilar de esta reeducación se encuentra en la familia, que, a pesar de ser la base de la sociedad, es menospreciada, ridiculizada y nada apoyada desde las instituciones; olvidando que la verdadera familia es fruto del amor desinteresado entre los esposos, ambiente perfecto en el que educar a unos hijos a pesar de las dificultades, al margen de egoísmos personales y que los capacita para construir, el día de mañana, una sociedad más justa y solidaria.

Casualmente, esta visión antropológica del hombre, la familia y la sociedad se corresponde con la del cristianismo : el de ahora y el de hace dos mil años.

Manuel Maldonado

manuelmaldonadogr@gmail.com