Desmantelada una red de violadores de bebés varones en España fue la noticia el pasado día 26 de mayo. Muchos medios de comunicación dedicaron la portada y a grades titulares al caso, todos los editoriales del día siguiente hacían clara referencia. Y, es que el hecho es de una gran dureza.
Los detenidos, con ciertas tendencias sexuales, distribuían imágenes horripilantes con una perversión y degradación que supera los límites conocidos hasta el momento filmadas mientras abusaban de los niños.
No hay duda que crea muchísima inquietud saber que unos veinteañeros españoles presuntamente se han dedicado a violar a niños de entre 1 y 9 años, y a difundir luego sus agresiones a través de internet. Uno de los tres jóvenes detenidos accedía a los niños ofreciéndose como canguro. Casos así hacen difícil evitar que la desconfianza envenene la relación de las familias con quienes entran en contacto con sus hijos, aunque no se deba generalizar.
Es que las actuaciones de pederastas en Internet están alcanzando cotas escandalosas y de una perversión y degradación que supera los límites conocidos hasta el momento, según fuentes de la Dirección General de la Policía.
Ante tan execrables hechos, pienso que no hay que rasgarse las vestiduras y pensar qué malos son. Tal vez sea conveniente que tengamos en cuenta diversos casos, que pueden ser la causa, que no sólo permitimos sino que practicamos y justificamos, acciones que atentan directamente a la dignidad humana y que aceptamos con naturalidad. Si nos parece normal la promiscuidad sexual; si una madre puede abortar a petición; si a una niña de 10 años se le ha de facilitar gratuitamente la píldora (abortiva) del día después; si los quioscos, las televisiones, los cines, las carreteras, y especialmente miembros de los diversos gobiernos, están incitando a la sexualidad irresponsable. Hasta los mismos medios de comunicación que ayer se escandalizaban hoy llevan páginas dedicadas exclusivamente anuncios de relax y prostitución. ¿No les parece que es necesaria una profunda revisión de nuestra escala de valores y un rearme ético? Pienso que un poco responsables lo somos todos y cada uno, aunque, como siempre, unos más que otros.
Jesús D. Mer Madrid
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