El voto católico en España sigue marcado por el mal menor y no por el bien posible. De ahí que, en cuanto se aproxima un periodo electoral, se reproduce el mismo debate: ¿A quién debe votar el católico? Es en estos momentos cuando conviene acudir a las fuentes. Las últimas "fuentes" autorizadas datan de anteayer, para ser exactos del 30 de marzo. A saber:

"Es importante anotar lo que los padres sinodales han denominado coherencia eucarística, a la cual está llamada objetivamente nuestra vida. En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como la defensa y el respeto de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana" (Exhortación Sacramentum Caritatis, núm. 83).

Lo ha escrito Benedicto XVI, tras el Sínodo dedicado a la Eucaristía, y más que leerlo conviene paladearlo, no sólo porque esté escrito por el Romano Pontífice, sino porque la autoría corresponde a un filósofo-periodista. Filósofo por su profundidad, porque acude a las causas últimas; periodista por su capacidad divulgativa. Es sencillo y es profundo, porque sólo los sabios saben explicar lo abstruso a la generalidad (no confundir con la Generalitat, ‘si us plau').

Punto número uno. La religión no es asunto privado. Conviene recordar aquello de "quienes me negaren delante de los hombres", etc, etc, etc. Por lo tanto, despejemos, de entrada, la supina memez de que mi credo y mi voto son dos realidades distintas y distantes. Benedicto XVI no apela a las posibilidades electorales ni al voto útil, sino a la coherencia de vida. Exige para todos los bautizados "testimonio público de la propia fe", y muy especialmente para los políticos.

A continuación llega la idea clave. El Papa aclara que hay cuatro valores no negociables: la vida –y especifica: desde la concepción hasta la muerte natural-, la familia formada por hombre y mujer, la libertad de los padres para educar a sus hijos como consideren conveniente y el bien común. Insisto: valores no negociables. Así que apliquémonos el cuento, no pensando en ganar las elecciones sino en vivir "el martirio de la coherencia".

Está claro que, en España, pongamos en Madrid, donde estoy empadronado, un católico no puede votar a Rafael Simancas y Miguel Sebastián, candidatos socialistas a la Comunidad y al Ayuntamiento, respectivamente. Lo mismo ocurre con Izquierda Unida, que hace tiempo dejó de ser de izquierdas para quedarse, al igual que el socialismo, en mero progresismo. Ni que decir tiene que Sebastián y Simancas están encantados con el homomonio y predican el aborto con entusiasmo. Y, por supuesto, por libertad de enseñanza entienden Educación para la Ciudadanía.

Pero es que, como católico, tampoco puedo votar al candidato del PP a la Alcaldía de Madrid. El señor Alberto Ruiz Gallardón se dedica a repartir la Píldora del Día Después, abortiva, entre adolescentes y a espaldas de sus padres, además de perpetrar gaymonio, en calidad de oficiante. Ni a la presidenta Esperanza Aguirre, quien financia con similar entusiasmo –y con dinero público- uno de cada cinco abortos perpetrados en Madrid, la ciudad más abortera de ese paraíso del aborto en el que se ha convertido España. Y por libertad de enseñanza entienden favorecer con conciertos económicos, más dinero de los demás, a los empresarios de la escuela privada, no a los padres de los alumnos. El resultado está a la vista. ¿Qué porcentaje de colegios autodenominados católicos, en régimen de concierto, imparten en Madrid una enseñanza cristiana?

Vamos con el bien común. Puede parecer una noción más vaga, pero no es más vaga, es más extensa. Por eso, intentará centrarla con otra pregunta muy simple: Tanto IU, como el PSOE o como el PP madrileños, ¿han llevado a cabo una política de vivienda que sirva para que los jóvenes formen un hogar y se puedan independizar de sus padres, casarse, formar una familia y tener hijos?

Concluyo: como católico empadronado en Madrid he llegado a la conclusión de que no puedo votar a Izquierda Unida ni al PSOE, pero tampoco al Partido Popular. Cuando ejemplifico en un caso concreto –las municipales y autonómicas del próximo 27 de mayo en Madrid- los "valores no negociables" del Papa lo tengo clarísimo: no puedo votar al PP, he de buscar alternativas.

En mi opinión, en este momento sólo existen cinco formaciones políticas que defienden esos valores no negociables. A saber, Partido Social Europeo, Comunión Tradicionalista y Carlista (CTC), Alternativa Española, Solidaridad Internacional (SAIN, no confundir con la ONG Solidaridad Internacional) y Familia y Vida. Se supone que los tres primeros serían de derechas, el cuarto de izquierdas y el quinto inclasificable. El primero y el tercero serían más centralistas que el segundo, internacionalista el cuarto e indiferente el quinto. Europeísta el PSE, patriota AE; confesional CTC y AE, aconfesionales Familia y Vida, PSE y Solidaridad.

Pero todo eso, con ser importante, es lo de menos. Los cinco defienden los valores que el Papa considera "no negociables". Todos ellos partidos extraparlamentarios, de estructura pequeña, por lo que no pueden permitirse el lujo de presentarse a todos los ayuntamientos y a todas las comunidades autónomas. El Sistema se encarga de interponer todas las barreras posibles en defensa del oligopolio político que gobierna las democracias occidentales.

Lo que está claro es que, después de las palabras del Papa, y no es la primera vez que las pronuncia, el voto útil no sólo es negativo para un católico: es inmoral. Por mucho que se retuerza el pensamiento del Pontífice, nadie podrá concluir que un católico puede votar ni la PSOE ni al PP. Para concluir tal cosa, habría que poseer una mente abierta, demasiado abierta. Concepto éste, el de ‘mente abierta', muy citado en el momento actual. La he podido escuchar de labios de un famoso abad, en reciente entrevista periodística, y sigo pensando lo del inefable Chesterton: "Tener la mente abierta es como tener la boca abierta: un síntoma de estupidez".

Por tanto, y con una mente sensata, las palabras de Benedicto XVI sólo tienen una conclusión: Cristiano, no votes al PP.

Eulogio López