Puedo prometer y prometo, con la mano sobre la Constitución, o así, que lo que voy a contar es cierto, aunque no deba citar el nombre del protagonista para no estropear su brillante futuro en el tejido económico catalán.

Ocurrió el pasado día 11, Diada catalana, cadena independentista y toda la banda. Hablo con uno de los más conocidos y reconocidos empresarios catalanes (no, no era José Manuel Lara). Le pregunto por la cadena y me cuenta el siguiente chiste (no es muy bueno pero se deja):

-Van 100 negros (perdón, subsaharianos o afroamericanos) por el desierto, atados con una cadena, y el primero tropieza con la lámpara de un genio, quien accede a concederle un deseo. 'Ser blanco y libre', responde el aludido, y el genio, solícito, le convierte en hombre blanco (perdón caucásico) y libre. El genio ofrece lo mismo al segundo, al tercero y así sucesivamente. Todos piden convertirse en blancos libres. Hasta que llega al número 100, que pide lo siguiente: que yo me vuelva blanco y que todos estos vuelvan a ser negros y esclavos.

Según mi interlocutor, la historieta refleja lo que ocurre en Cataluña. Y no, no es un empresario que se haya decantado por la independencia o el mantenimiento de Cataluña en España. Simplemente, no se manifiesta pero posee el sentido común necesario para darse cuenta de dos cosas:

1. Que el resto de los españoles deberían considerar que cuando alguien quiere autonomía hay que dársela, sin romper la baraja y sin despreciar al peticionario.

2. Que el actual nacionalismo catalán, cuyo hombre clave es hoy Artur Mas (en la imagen), está haciendo el ridículo habitual de los aprendices de brujo. No vaya a ser que el subsahariano número 100 acabe por pedirle al genio que todos los demás, incluido el número 1, incluido Artur Mas, se vuelvan negros, y esclavos, de nuevo. Por de pronto, esclavos de los majaderos de ERC. Para muestra, un botón: según La Vanguardia, CIU quiere acudir junto a los independentistas republicanos a las elecciones europeas.

Eulogio López

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