El pasado fin de semana se celebró en Madrid el VI Congreso Católicos y Vida Pública, bajo el lema "Europa sé tú misma". Como era imaginable, el tema estrella fue el debate en torno al referéndum sobre la Constitución Europea. En resumen, los ponentes criticaron el texto constitucional, pero defendieron su apoyo en el referéndum, mientras que el público buscaba un refrendo doctrinal para justificar su oposición. El "non nato" comisario europeo, Rocco Buttiglione, defendió el "SÍ" al tratado constitucional bajo la amenaza de una nueva confrontación bélica entre los europeos: "Me preocupa una generación que no tiene miedo a la guerra. Mi padre no era ni mejor ni peor que yo e hizo dos guerras". Pero el más duro fue el eurodiputado Íñigo Méndez de Vigo quien tacho de "memo" a un asistente que había mostrado su oposición al tratado constitucional por no defender suficientemente los derechos de la familia y de la vida.
Acalorado debate en las salas. Calculado discurso entre los intervinientes. La mayoría coincidió en que el eje franco-alemán se encontraba incómodo con el acuerdo alcanzado en Niza y había elaborado una Constitución a su imagen y semejanza. La totalidad de los ponentes criticaron la obsesión laicista de Francia y Bélgica que impidió finalmente la mención expresa de las raíces cristianas en el Preámbulo constitucional. "Sin el Cristianismo, Europa no sería Europa", señaló el ex presidente del Tribunal Constitucional, Manuel Jiménez de Parga.
Sin embargo, la mayoría de los asistentes concluyeron que no siendo este el texto ideal, sí que recogía un amplio abanico de derechos humanos y que los derechos de las iglesias quedaban bien recogidos. "No observo una razón fundamental desde el punto de vista religioso para decir NO a la Constitución Europea, señaló a la agencia Veritas el Nuncio para las instituciones europeas, Monseñor Faustino Sainz Muñoz. "Rechazarla sería peor", es la conclusión de Robles Piquer. "La Constitución Europea es un intento de superar el nihilismo y recuperar la identidad cultural europea", concluye José María Beneyto, director del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad San Pablo.
Este es el discurso mayoritario. Pero hubo otros. César Vidal arrancó aplausos cuando mostró su esperanza de que Gran Bretaña rechazase el proyecto constitucional. Parecidos aplausos a los cosechados por el ex diputado popular, Manuel Milián Mestre, que en varias salas "rompió" con su encendido discurso por el "NO". También respiraron los que escucharon al catedrático de la Universidad de Lovaina, Michael Schooyans, "mojándose" por el rechazo a un texto constitucional que niega a Dios.
En resumen, un debate intenso que el catolicismo vivió con cierta tensión. Porque muchos no entendemos cuál es el riesgo de revisar el texto y mejorarlo. No compartimos la imposición secularista de Francia y Bélgica, y tememos que ese sea el "modus operandi" para otros temas. Y tememos también que el eje franco-alemán vuelva a modificar las reglas de juego en un futuro cercano si esta Constitución no maximiza sus intereses como ya ha hecho con el Tratado de Niza.
Pero, sobre todo, no nos sentimos identificados con una Europa que niega su propia identidad. Y no entendemos por qué negar la Constitución es entendido como la negación del proyecto europeo de Schuman, De Gasperi o Adenauer. Y mucho menos compartimos las visiones apocalípticas de nuevos conflictos bélicos en la Unión Europea.
La desaparición de las raíces cristianas del Preámbulo constitucional es más que un mero detalle. Es la evidencia de un proyecto en el que los cristianos no tenemos por qué sentirnos representados. Tiene razón el eurodiputado Méndez de Vigo cuando afirma que ni el matrimonio, ni la familia, ni la vida son materia comunitaria. Pero ocurre que son esos temas los que han sido utilizados para vetar a Buttiglione en la Comisión Europea. Y ocurre también que el Parlamento Europeo debate estos temas con cierta frecuencia. No en vano, las feministas y los homosexuales tienen importantes oficinas para introducir el debate en la agenda comunitaria.
Pero hay más, don Íñigo. La reciente separación de los derechos de matrimonio y familia (hasta ahora íntimamente unidos) ha dado lugar a que el Tribunal de Derechos Humanos de Luxemburgo comience a emitir una jurisprudencia sobre "derechos homosexuales" que un cristiano no puede compartir. Luego no es del todo verdad que no sean materia comunitaria.
Acepto que desde una óptica cristiana se defienda el "SÍ" a la Constitución Europea aplicando criterios de prudencia política que no comparto. Comprendo que Méndez de Vigo -que participó en la redacción de la Constitución- no critique su propio texto. Pero no acepto que se insulte a quien defiende lo contrario partiendo de los mismos presupuestos cristianos. Y como me recuerda mi amigo Ronald Bunzl, secretario general de Paneuropa España: "En lo principal, unidad; en lo secundario, libertad; y en todo, caridad"
Luis Losada Pescador