He recibido la siguiente carta sobre un artículo que no hacía otra cosa que reseñar el libro Yo fui masón... y me ha confirmado en todas las tesis expuestas.
De entrada, el remitente no se identifica, quizás para dar a entender que la masonería es una sociedad abierta. Le respondo desde estas pantallas: con mucho gusto tomaré cienes y cienes de cafeses en cuanto sepa con quién estoy hablando, que es norma primaria de buena educación. El anonimato siempre me ha producido una desagradable sensación. Así que ratifico mi primera idea:
1. La masonería es una sociedad secreta y lo malo de las sociedades secretas es que son secretas. Quien nada tiene que esconder nada esconde, con la excepción de su vida privada.
2. Prejuicios masónicos: ¡qué poco ha durado su artículo! En efecto, ha durado lo que duran todas las ediciones de Hispanidad, pero puede usted verlo en nuestra hemeroteca, y allí se quedará por muchos años. Sí, los masones prejuzgan.
3. Los masones sufren Síndrome Sarah Palin, descrito por los británicos en los siguientes términos: si pasa el balón que no pase el hombre. En definitiva, el ex venerable jefe masón, Maurice Caillet, abandonó la obediencia y contó lo que sabía... es un iluminado, un pobre demente.
4. La masonería, por más que lo niegue, es anticristiana. Pueba: nuestro Masón anónimo, de apellido Cete, asegura que el tal Maurice, pobrecillo, se convirtió en Fátima, o en Lourdes. Quien habla con ese desprecio -inteligentísimo desprecio, eso sí- de dos santuarios marianos, no es precisamente un tipo respetuoso con los cristianos. E insito: el libro de Maurice, escrito desde dentro, no deja lugar a duda sobre la relación entre masonería y satanismo, hoy considerada new age
5. ¿Morbosidad? Ninguna. Para mí la masonería tipo Logia no es más que el gnosticismo de los siglos XVIII, XIX y XX. En el XXI han caído en desuso. Hoy, el espíritu de las logias es una antigualla, no porque sus principios cristofóbicos hayan desparecido (insisto en que la única división que existe hoy en el mundo es entre cristianos y cristófobos) sino porque han adoptado otra forma. En otras palabras, me preocupa mucho más el Nuevo Orden Mundial humanitario que se pergeña en lontananza -y del que el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama es todo un paladín- que la masonería. Eso sí, como hecho histórico es apasionante, y el pasado siempre sirve para entender el futuro.
Lo dicho mi no identificado amigo: en cuanto me enseñe el DNI nos damos un homenaje.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com