Nueva vuelta de tuerca sobre extorsión y mafias, en esta película argentina centrada en el negocio sucio que se monta alrededor de los accidentes de tráfico.
Negro, negrísimo resulta este relato firmado por Pablo Trapero que sigue los pasos de Sosa, un abogado sin licencia que se dedica asesorar a personas que han sufrido un accidente de tráfico (al comienzo de la película se nos informa que en Argentina más de 8.000 personas mueren al año en accidentes de tráfico). Un individuo que engatusa a sus clientes y deja buenos emolumentos para la empresa en la que trabajaPero, tras el fallecimiento de un amigo y enamorarse de una joven médico que se desvive por salvar vidas, Sosa se replantea su vida y su trabajo
Como suele ser habitual en las películas argentinas, el reparto (encabezado por Ricardo Darín) es correcto. El argumento, sin embargo, no es tan nuevo, ya en 1997, Francis Ford Coppola nos contó algo similar sobre abogados sin escrúpulos en Legítima defensa, una traslación a la pantalla grande de un best seller de John Grisham. Lo que cambia en Carancho es el escenario (presenta una Argentina inmersa en una crisis económica y social) y el tono (la hispana es más pesimista y mucho más violenta). Precisamente, el mayor defecto de Carancho (que toma su nombre de un ave carroñera) radica en ese punto: que parece más interesada en reflejar con crudeza algunas situaciones que en ofrecer una mirada profunda a lo que se pretende denunciar.
Para: Los que les guste el cine argentino y soporten las escenas violentas