Silencio mediático sobre la joven que dio su vida por salvar la de su hija. Es decir, la antítesis del aborto terapéutico.
Miren la foto: una chica guapísima. Bárbara Castro se ha convertido en nuestra Gianna Beretta Molla, aquella italiana que prefirió morir antes que abortar a su hija. Recuerdo cuando leí la historia de Gianna, beatificada por Juan Pablo II. Como periodista tiendo a cínico, y no acostumbro a emocionarme con las crónicas de actualidad.
Pero no pude evitar el nudo en el estómago mientras leía la orden que la doctora Gianna le transmitió al colega que iba a operarle:
-Doctor, si hay elegir, no lo dude ni un instante: decídase por la niña.
La niña nació y hoy es toda una mujer, pero Gianna perdió la vida porque el tratamiento contra el tumor habría provocado la muerte de su hija nonata y se negó a recibirlo.
Ahora, la delegada de prensa del Obispado de Córdoba, Bárbara Castro, ha hecho lo mismo. Tuvo tiempo de ver a su hija viva, pero ella acaba de morir.
Gianna y Bárbara cosntituyen la antítesis del aborto terapéutico. Ahora ya no se habla de esa presunta elección entre la vida de la madre y la del hijo, argumento utilizado por todo el lobby feminista para introducir el aborto. Ya no se habla porque no es necesario: una vez conseguido el aborto libre, la licencia para matar, pueden prescindir de la propaganda: las mentiras sobran. Pues bien, ante la pregunta de, o madre o hija, Bárbara y Gianna respondieron: hija, que es el más débil y el que no puede elegir.
Lo que más me fastidia de esta historia de crisis es el silencio mediático alrededor del caso Bárbara. Mientras se cantan los sufrimientos psicológicos de las pobrecitas mujeres que matan a sus hijos en sus propios vientres, se oculta la de esta heroína que sacrifica la suya por la de su hija, no vaya a ser que cunda el ejemplo.
Si todos tuviéramos la mitad de la generosidad de Bárbara, ya habríamos superado la crisis. Es más, la crisis nunca habría llegado.