Mientras tanto, en Omán continúan las protestas. Las manifestaciones en Yemen toman un aire más islámico.
Parece que la revolución libia se ha estancado y se ha convertido en un pulso entre dos bandos enfrentados. Un rápido cambio ha dado paso a un lento enfrentamiento entre dos ejércitos. Las tropas fieles al dictador Gadafi han avanzado sobre la ciudad de Briqa, cerca de Ajdabiya, al este del país, pero parece ser que la ofensiva ha sido detenida. Así pues, el conflicto parece estar en una zona de suspense, mientras Europa y la ONU siguen discutiendo sobre qué hacer en el conflicto sin llegar a un acuerdo. Además, Chávez ya ha mostrado su cercanía al líder y como viene siendo habitual, Rusia y China han rechazado intervenir en asuntos internos libios.
Y mientras el problema libio ha quedado parado, las protestas siguen calando en otros países. Omán lleva ya unos días de revueltas y se podrían haber producido ya los primeros muertos después de que el sultán reprimiera las manifestaciones de manera violenta. Como en la mayoría de los casos, el temor de Europa es saber la dirección que estas revueltas van a tomar. Y en algún caso, como el de Yemen, parece que ya se vislumbra. El clérigo Al Zindani, que hasta hace poco apoyaba al dictador Abdula Saleh, se ha sumado a las protestas y ha vaticinado un estado islámico, lo que no es muy del agrado de Occidente.
Un estado islámico, se supone que semejante al que impera en Pakistán, que hoy se ha acostado con la noticia del asesinato del ministro de Minorías, el cristiano Shahbaz Bhatti, que se oponía a las leyes antiblasfemia -aquellas que han condenado a muerte a la cristiana Asia Bibi-.
Mientras tanto, el presidente del Gobierno español visita Túnez para apoyar el proceso de cambio que emprendió este país hace un mes, aunque no se sabe con quién se reunirá tras la dimisión del último primer ministro. Lo que sí parece que va tomando forma es la protesta en los Emiratos Árabes Unidos, lugar en el que acaba de estar. Ya se sabe que donde va, triunfa.
Andrés Velázquez
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