Las feministas sólo defienden a la mujer feminista, no a la femenina, a la que odian mucho más que al machista vulgar.

Contemplaba el otro día el akelarre de cuatro expertas (¡ay de los expertos!) en política refiriéndose al Tea Party, ese movimiento capitaneado por Sarah Palin -objetivo número uno de las feministas, que no pueden contemplar a una gobernadora con cinco hijos y defensora de la maternidad y del ciudadano frito a impuestos sin que se les abran las carnes.

Hablo de mujeres para evitar hablar de varones feministas como el conductor del debate al que aludo, perpetrado en CNN . Ya se sabe que aún hay algo más tonto que un obrero de derechas y ese alguien es un hombre feminista. Es el caso que nos ocupa.

El asunto tratado era la ultraderecha en general  y la de los ultras incardinados en la derecha pepera. Ahora bien, el problema de hablar de ultraderecha es muy sencillo: ¿Qué puñeta es las ultraderecha, el fascismo al que aluden los antifascistas? Ninguna de las sufragistas del siglo XXI presentes se atrevió dar una definición medianamente clara, así que hay que ir sonsacando el asunto. La más loca de todas comenzó a hablar de ultraortodoxos católicos. O sea, una combinación explosiva: ultra y ortodoxo. Una segunda le estropeó el asunto, cuando salió el nombre de Federico Jiménez Losantos y tuvo que aclarar que calificar como ultra-ortodoxo católico a quien se confiesa ateo no parece un buen comienzo.

Da lo mismo. Las feministas no debaten, simplemente manifiestan el apoyo a la anterior... expresando justamente lo contrario. De este modo retroalimentan hasta conseguir un sano pluralismo de lo mismo de siempre, y a este singular fenómeno podemos llamarle pluralismo o esquizofrenia.

Como la definición de ultra se resistía, otra de las liberadas feministas allí presentes apeló a ultras que se oponen, en periódicos y a las páginas WEB a todo tipo de aborto. Esto sí es una declaración señera, muy similar a la siguiente: soy tan intolerante que me opongo a todo tipo de asesinato.

Una cuarta tertuliana consiguió avanzar un punto en el guión cuando expresó que los ideólogos ultra se oponían al matrimonio gay. Esto, hay que reconocerlo, es un síntoma inequívoco de fascismo redivivo. Eso sí, la puesta en escena quedó deslucida a continuación con la precitada aguafiestas, al recordar que las primeras normas sobre parejas de hecho vinieron de parlamentos populares (Navarra y Galicia, entre otros).

Como los hechos se oponían a la teoría (teoría brillante, por otro lado), se utilizó el muy progresista método de cambiar la teoría: no es que el PP sea un nido de utlras, no exactamente. Lo que ocurre es que los medios informativos, o sea, el sector donde trabajan, prefiguraban la acción política de la derecha marianista.

En el entretanto, al fondo de la pantalla, aparecían las efigies de Pedro J. Ramírez, como es sabido un gran defensor de la vida y la familia natural.

Como no aparecía un ultra en lontananza fue entonces cuando la más vocinglera decidió mencionar a cierto grupo informativo, controlado por el Opus, a lo que habría que decirle lo del viejo chiste: ¡Ojalá, hija, ojalá!. Se olvidó comentar que ella misma había ejercido cargo, alto cargo, en el mencionado grupo ultra católico.

Nuestro moderado moderador, el varón feminista, temeroso de que el asunto se le fuera de las manos, ahondó en la materia con un dato claro, concreto, conciso y absolutamente erróneo: las televisiones concedidas por Zapatero eran la plataforma utilizada por la ultraderecha para introducir sus venenosas consignas. La verdad es que nuestro feministo aludía a los canales de TV que los casi ultras gobiernos de Valencia y Madrid habían concedido al precitado Federico. Losantos no posee ningún canal nacional, porque esos, los relevantes, los concede Zapatero.

Las TV digitales que otorga poder son las nacionales y esas, sí, las concede ZP... al oligopolio de siempre: a los multimedia que tienen diario en Madrid más a Berlusconi, ahora dueño de Cuatro y a su multimedia de cámara, La Sexta, dirigido por su antiguo asesor electoral, José Miguel Contreras.

Nada, que al trauma ultra se nos iba de rositas. ¿Dónde puñetas vive la trama ultra? La mencionada aguafiestas dio un giro hacia la homofobia. Ahí se agarró a esa chica tan fina que tiene el PP en Cataluña, Alicia Sánchez Camacho, uno de cuyos colaboradores aseguró que no quería nada con rumanos. Los disparates se sucedían porque el varón feminista que regía el cotarro ya tenía preparadas (pura espontaneidad) una imágenes del presunto racista catalán del PP... y se confundió con el líder de un grupo político marginal que pretende dificultar la política migratoria... no con los rumanos sino con los islámicos.

Todo fue muy divertido. Se llegó a la conclusión sin premisa: la ultraderecha está cada día más activa y tiene cada vez más poder. No podemos razonarlo, ejemplificarlo ni demostrarlo, pero nuestra convicción al respecto, es clarísima. Palabra de feminista.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com