La cristofobia continúa, y continúa fuerte. Por de pronto, la obra de teatro "Me cago en Dios", que se exhibe en el madrileño Círculo de Bellas Artes, entidad financiada por la Comunidad de Madrid, regida por el PP, ha recibido el aviso de su presidente, Esperanza Aguirre (para más inri, cuñada del productor de este adefesio), donde advierte que una obra así ofende los sentimientos de millares de católicos y que se va a replantear su aprobación al Círculo, una entidad controlada por gente procedente de El País y en perfecta sintonía con los chicos de Polanco. 

 

De hecho, El País, tan respetuoso él, habla de obra "blasfema", pero no introduce el título en el titular. Como los canallas del Círculo, el canalla del escritor y los canallas de los autores se han pasado 14 pueblos, no dos, El País no está dispuesto a unir su suerte a quien perpetra una obra teatral titulado "Me Cago en Dios" (que tal es el título), porque muchos de sus lectores pueden no tener conciencia y ser unos ateos recalcitrantes, pero, seguramente, tienen estómago.

 

Es decir, el polanquismo no se atreve a criticar la actitud de Esperanza Aguirre, que ha repudiado la obra en un comunicado público (bien por Aguirre). Pero, utilizando a los pogres más babosos de la casa, habla de "aguerrida Aguirre" y de la "nueva línea emocional". Polanco acostumbra a repetir que "sus chicos" son libres. Cuando se encuentra a alguna víctima de los linchamientos de "sus chicos", siempre repite la misma cantinela: "Es que mis chicos son libres. No soy yo quien se mete contigo, pero no puedo hacer nada por evitarlo". He aquí la mejor coartada del progresismo, la más hipócrita de todas: Soy tan respetuoso con la libertad de "mis chicos", que respeto hasta su derecho a la injuria. Naturalmente, si se tratara, no ya de una injuria, sino de una noticia que perjudicara lo más mínimo a Emilio Botín o a Carlos March, don Jesús no dudaría en coartar la libertad de "sus chicos". Porque, como decía aquel amigo, mientras cerraba en un diminuto círculo formado por los dedos pulgar e índice: libertad sí, pero dentro de este orden. Luego señalaba el círculo y sentenciaba: "De este orden".

 

Pues bien, yo creo que Aguirre debería retirar sus subvenciones al Círculo. Por cierto, el lunes 26 nos quedamos cortos. En efecto, era cierto que la Comunidad de Madrid, con dinero de todos los madrileños, le regala al Círculo 1,44 millones de euros para sus memeces (como dijo Fraga, eso de pagar para que te pongan a parir es un poco tonto). Pero es que, además, tienen comprometidos otros 6 millones de euros durante una década para arreglos en su hermosa sede central, ubicada en el mismísimo centro de la capital de España. A cambio, eso sí, Aguirre no manda nada, ni se entera de la programación, pero el Círculo financia todas las actividades de El País (incluida una librería Crisol, del grupo Polanco, ahora librería Antonio Machado, tras la quiebra de Crisol y el despido de sus trabajadores por parte de don Jesús).

 

Pues bien, en mi humilde opinión, Aguirre ha hecho lo más importante: repudiar una ofensa a la fe católica, mayoritaria entre los españoles. Es decir, Aguirre ha hablado. Por eso, la hipocresía progre se revuelve contra ella. En segundo lugar, no debería dialogar con el Círculo: lo que debería hacer es suprimir toda subvención a esta institución engendro, que es incapaz de rectificar. Los insultos a los cristianos que los pague Polanco.

 

En tercer lugar, dado que se judicializa la política, la economía y el arte, habrá que judicializar también la moral: a los tribunales con esta bazofia. Decíamos el lunes 26 que, tras la supresión del delito de blasfemia, obra insigne del nuevo Código Penal, el realizado por la actual vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega (incapaz de alzar la voz contra la blasfemia y de "dialogar" con los cristianos ofendidos), el asunto es difícil, pero no queda otro remedio: hay que llevar a estos desgraciados a los tribunales. Muchos estamos pensando la manera, pero otros ya se han decidido. Así (ver Cartas al Director de esta edición) un comunicante afirma haber interpuesto ya una denuncia en una comisaría de policía. Ahí tiene material el elogiadísimo Cándido Conde-Pumpido, nuevo fiscal general del Estado, el hombre llamado a regenerar la justicia (que, como afirma De La Vega, ha resucitado en España justamente con el PSOE), la justicia para todos, no la justicia de partido (otra expresión de la señora vicepresidenta). Atienda esa denuncia, buen hombre, o toda su predicada imparcialidad resultará otro fiasco, otra estafa.

 

Pero la cristofobia presenta otros avances. Hay que reconocer que el Cristianismo se ha convertido en el baluarte contra la cultura de la muerte, la imposición de la homosexualidad, la tendencia del hombre actual al suicidio o la abolición del hombre mediante un relativismo llevado a su extrema estupidez: es decir, a la tristeza actual.  

 

Por tanto, la ofensiva de los cristófobos es global e intensa. Las injurias a los cristianos se perpetúan en series como "Los Serrano". Precisamente, en las series de televisión, es decir, el teatro del mundo actual. Y el teatro ha sido, hasta la aparición del cine, el arte más influyente de todos. Y es que los sesudos guionistas, a quienes premian nuestros editores, necesitan, como las niñas pijas de la calle Serrano, llamar la atención a toda costa. Como talento no tienen, hasta ahora han marcado la diferencia respecto a sus competidores utilizando el sexo. Pero, a día de hoy, tras 30 años de despelote sexual (perdón, de revolución sexual), hay que tener una imaginación poderosísima para inventar algún nuevo tipo de escándalo sexual. Hoy en día, ni la zoofilia, ni la pederastia, ni la necrofilia, "epatan" a nadie, ni tan siquiera a los colegiales. Así que hay que recurrir a la blasfemia. Ahí sí hay alguien que puede saltar: los únicos que creen en algo, los cristianos, que creen en Cristo.

 

En la radio, Gemma Nierga, cómo no, de la Cadena SER, se burla del sacramento de la confesión enviando a sus chicas a grabar falsas confesiones. La próxima consistirá en una profanación del Santísimo sacramento de la Eucaristía, si no, al tiempo. La simpatiquísima Gemma Nierga es así de original. Ordenará a alguna de sus becarias que robe alguna forma consagrada. Con la escasa atención que ponen algunos sacerdotes a la protección del Santísimo, el asunto no resulta tan difícil para avezados periodistas de investigación, dispuestos a desentrañar todos los infundios y perfidias de la Iglesia de Cristo. 

 

Otro detalle de cristofobia. Ahora el nuevo objetivo es Polonia, que el 1 de mayo ingresará en la Unión Europea. Un reportaje de El País (lunes 26 de abril) nos informa de la ultranacionalista Radio María (una emisora de radio polaca absolutamente marginal y, que yo sepa, en su día no tenía nada de ultra, sino de emisora religiosa). Pero esa es la cuestión, que para el progresismo cristófobo, la fe misma es irracional y la práctica religiosa es ultra. ¿Qué es lo que  los polanquistas no soportan de Polonia? Pues, su cristianismo, naturalmente. Por eso, van a por Polonia. La verdad es que el entrañable país del este europeo (o de la Europa central, según se mire), donde se gestó el fin del comunismo, está regido hoy por los ex comunistas. Es decir, que ni antes ni después de la caída del viejo régimen, la Iglesia ha tenido poder en Polonia. Lo que ha tenido es influencia, y mucha, porque así les ha dado la gana a los polacos. Es lo mismo, los chicos de Polanco titulan "La Iglesia católica polca recela de la UE" y de subtítulo "El laicismo de la Unión y perder el apoyo de un nuevo Papa preocupan a la jerarquía de Varsovia".

 

Por supuesto que recelan del laicismo de la Unión Europea. Servidor, por ejemplo, ya ha superado la fase del recelo, no tengo la menor duda del laicismo cristófobo imperante en la Unión. Lo que no acabo de entender es el temor a "perder el apoyo de un nuevo Papa".

Supuesto y no admitido que Juan Pablo II haya apoyado al clero polaco, ya sería difícil que a Karol Wojtyla le sucediera un compatriota en la silla de Pedro.

 

Estamos en guerra: creyentes contra cristófobos. No contra-anticlericales, porque entre los cristófobos no son pocos aquellos en cuya vestimenta aún se recuerda la sombra de la sotana. La batalla es cultural, pero como todas las batallas culturales se plantea en todos los campos. Por eso, hay que felicitar a Esperanza Aguirre. Al menos, esta vez, sí. 

 

Eulogio López