Toscani, un hombre unido a la polémica, que se define como un testigo de su tiempo...
Tras la muerte de Gilberto Benetton (uno de los cuatro fundadores del imperio familiar y considerado como el alma financiera), el polémico fotógrafo Oliviero Toscani, de nuevo en Benetton, vuelve a las andadas. En España, lo lanza el periódico El Mundo. El diario ha publicado una entrevista de dos páginas por orden directa de su dueño, el italiano Urbano Cairo, justo cuando Toscani estrena su nueva campaña para Benetton, que supone una defensa de los inmigrantes en Italia.
No es casualidad. El milanés Cairo está al frente de Rizzoli Corriere della Sera (RCS) MediaGroup desde agosto de 2016, tras comprar el 59,7%, grupo que controla el 96% de Unidad Editorial -conglomerado de medios (El Mundo, entre otros)- desde 2007. Oliviero Toscani también es milanés e hijo del primer fotoperiodista del Corriere della Sera, Fedele Toscani, y amigo de Luciano Benetton, para cuyo grupo textil trabajó entre 1982 y 2000, y al que regresó en diciembre de 2017.
Una vuelta en la que no se han hecho esperar las polémicas. La primera llegó el pasado junio, cuando Toscani usó fotografías de los inmigrantes del Aquarius que no eran suyas, sino del fotógrafo norteamericano Kenny Karpov, para publicitar la firma textil United Colors of Benetton. Y, de paso, criticar al vicepresidente y ministro del Interior italiano, Matteo Salvini. Algo en lo que insiste en su entrevista, denominándole "un pequeño Trump de provincias".
«Yo no hago publicidad. Yo utilizo el espacio de la publicidad para expresarme y funciona porque todo el mundo está pendiente de lo que hago», presume Toscani
Ahora vuelve a las andadas, como decíamos al principio, para defender a los inmigrantes en su país con una foto de seis profesionales de los servicios públicos italianos de origen inmigrante: un imán de Togo, un sacerdote del Congo, un abogado y una concejal de Senegal, un agente de policía de Indonesia y un médico de Camerún. Y es que a Toscani no le hace falta abuela, no le importa la moda ni la publicidad, sino que se define como “un testigo de mi tiempo, como un periodista, un sociólogo o un antropólogo” y presume de usar “la fotografía para expresar e interpretar lo que veo, el mundo al que pertenezco y el tiempo que me ha tocado vivir”.
Toscani está convencido de que ese es el buen camino: “Yo no hago publicidad. Yo utilizo el espacio de la publicidad para expresarme y funciona porque todo el mundo está muy pendiente de lo que hago”, subraya. Es más, se permite afirmar que así lo demostraron en Benetton: “cuando yo me fui y Luciano se fue y la compañía apostó por el marketing y fue gestionada por managers, fracasaron”. Toscani se marchó en el año 2000, tras la polémica surgida por las fotos de condenados a muerte de cárceles de EEUU, y Luciano se retiró en 2008, dejando el timón a su segundo hijo, Alessandro, pero este no ha sabido llevar bien el barco (el grupo tuvo las mayores pérdidas de su historia en 2017) y, a finales del año pasado, Luciano volvió a tomar las riendas y a fichar al polémico fotógrafo... Parece que al mayor de los hermanos Benetton no le importa que se repita la historia y haya más imágenes escandalosas que se unan a la larga lista donde figuran: la de Benedicto XVI, siendo Papa, besándose con el imán de El Cairo (lo que provocó una protesa oficial de El Vaticano), la de Barack Obama haciendo lo mismo con Hugo Chávez e incluso el beso a tornillo de un cura y una monja; además, de las fotos de un enfermo de SIDA o sus campañas contra el racismo…
Resumiendo: Toscani vuelve a la injuria y a la pedantería, mezclado con causas solidarias nobilísimas. Él las llama libertad. Le pagan los Benetton, ahora propietarios de Abertis y de Cellnex.