Moncloa, contra Rosell y Vallés
Pedro Sánchez, por carácter, y Pablo Iglesias, por su impronta leninista, no soportan la crítica y consideran a los medios de comunicación como un lamentable incordio en un proceso democrático. Ahora bien, la cabeza pensante en Moncloa, Iván Redondo, sabe que el mejor modo de controlar a los medios no es el enfrentamiento directo sino la introducción de un ambiente políticamente correcto en el quehacer periódico conjugado con la explotación de la vanidad de los periodistas ‘elegidos’ para triunfar. Y ahí lo borda.
No necesita censurar, que siempre resulta peligroso: ha conseguido la autocensura borreguil de la gran mayoría de la clase periodística. Ejemplo: hay temas que no se tocan sin rubor en una rueda de prensa oficial o en una tertulia bien pagada en cualquier medio importante. Entre ellos, figura el tabú más importante: Cristo. Y eso que debería ser el asunto más frecuentado, dado que si algo caracteriza al frentepopulismo PSOE-Podemos, tan distintos en otras muchas cosas, lo único que les une con lazo de acero, es su cristofobia.
Pues bien, Moncloa busca la cabeza de dos periodistas, pero en ningún caso lo hará de forma directa: hablo del director de El Mundo (Francisco Rosell) y del director del telediario de máxima audiencia de Antena3 TV (Atresmedia) Vicente Vallés. Es verdad que, en ninguno de los dos casos por la razón añadida, cristofobia, sino por pura soberbia monclovita.
En cualquier caso, Redondo tiene prohibido el ataque directo a un periodista. Eso sería un error, que en política es algo mucho más peligroso que un horror.
Por eso, en el caso del director de El Mundo, Francisco Rosell, la operación es de más envergadura: consiste en que El País se coma a El Mundo, como adelantara Hispanidad, negociaciones en curso y por ahora fallidas, pero que continúan, entre Ana Botín, la empresaria con mejores relaciones con Pedro Sánchez, y Borja Prado en nombre de Urbano Cairo, propietario de Unidad Editorial.
Si el País, hoy más PSOE y más podemita que nunca, se come a Unidad Editorial, Rosell está perdido.
El otro periodista que no gusta en Moncloa es Vicente Vallés, director del único telediario medianamente crítico con la figura de Pedro Sánchez. Sí, ha habido quejas directas de Sánchez a Planeta sobre Vallés, aunque es cierto que a Iván Redondo no le gustan ese tipo de ataques directos y ha mantiene unas espléndidas relaciones con la cúpula de Planeta. La táctica de Redondo consiste en mantener la esquizofrenia telúrica de Atresmedia entre Antena 3 TV y La Sexta (de derechas una, de izquierdas la otra) pero Moncloa no se conforma con ello. Quiere a Vallés ninguneado, sobre todo con una patada hacia arriba, quien sabe si a director de informativos, ese tipo de ascensos que los británicos llaman “castración absoluta”.
¿Y los digitales, que ahora influyen más que los vegetales? Esa es otra historia, más compleja. Ahí es donde Redondo juega con el gran pacto, económico, con los señores de la prensa, para que la transición de vegetal a digital se haga manteniendo el actual oligopolio, muy manejable, de los grandes multimedia. En otra palabras, que los grandes se digitalicen y fagociten a la prensa pequeña, independiente, de Internet. Pero de eso hablaremos otro día.