Ya lo hemos dicho en Hispanidad. la actual cruzfobia tendrá su batalla final en el Valle de los Caídos, la cruz más grande del mundo, que la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, está empeñada en derribar o en quitarle los brazos para convertirla en un monolito masónico. En el entretanto se conforma con sitiar a los monjes benedictinos por hambre.

En esta obsesión progre contra la cruz, que en el propio Gobierno aseguran es el símbolo del Franquismo (curioso, la cruz de Cristo es un poco más antigua que Franco) los altercados son muchos pero el símbolo es Aguilar de la Frontera (Córdoba) donde la alcaldesa retiró una cruz porque impedía contemplar un monumento histórico. Y claro, eso es muy grave. 

Alguna batalla sí que se gana. Por ejemplo, Abogados Cristianos ha conseguido que el juez abra diligencias a la alcaldesa de Aguilar de la Frontera, tras una demanda (ver documento adjunto). Probablemente servirá para poco pero no deja de ser un aviso para navegantes. Recuerden: los ciudadanos respondieron a la alcaldesa colocando cruces (no queréis cruz, tendréis cruces) y ella amenazó con detenerlos.

La cruzfobia no es más que una parte de la cristofobia. Pero en estos momentos en los que muchos curas cierran los templos y reducen los actos litúrgicos -afortunadamente obispos valientes como Antonio Cañizares hacen lo contrario- arramblar con el símbolo de los cristianos, la cruz, no deja de resultar ligeramente molestos. 

Pero ni por esas aduciremos que la cruzfobia es delito de odio, ni mucho menos. Destruir cruces resulta de lo más democrático.