Pensar en coronavirus
Cuando yo era un joven universitario, ignorante, pedante e insufrible (ahora he mejorado mucho, por supuesto) sufrí la correspondiente crisis de fe.
Leí mucho y hablé más acerca de la gran cuestión. Hasta que en cierta ocasión le pregunté a un católico ¿en qué consistía creer? Y la respuesta no me devolvió la fe pero sí me aclaró las cosas. Casi diría que el resto vino por añadidura. Y eso que se trataba de una explicación, digamos, poco teológica.
¿Qué es creer? Creer es decirle esto a Jesucristo: confío en tu palabra más que en la de todos los sabios del mundo.
Una vez das ese paso, paso de confianza, acabarás por conocer, por saber y hasta por ver lo que has creído, por confianza, en quién te lo ha dicho.
Por eso, en este punto, el pensamiento femenino siempre ha sido mucho más certero que el masculino, porque la mujer sabe confiar y, a veces, incluso sabe en quién confiar.
El pensamiento femenino siempre ha sido mucho más certero que el masculino, porque la mujer sabe confiar
Ahora bien, la fe tiene dos enemigos: uno la indiferencia. Ese no tiene remedio. Para el hombre-ameba no tengo otro mensaje que este: es usted un idiota. Bueno, quizás una descarga eléctrica…
Pero hay otro espécimen, espero que más habitual, que es el cientifista. Igual que ese progre cuyo más logrado insulto es el de ‘dogmático’ acaba distinguiendo entre dogma y verdad -dogma es lo de los otros, los suyo son verdades- el cientifista quiere que Dios le demuestre su existencia. O como decía aquel viejo comunista polaco: yo soy ateo pero me preocupan esos compañeros a los que parece que Dios se les ha aparecido y les ha confirmado que no existe.
El cientifista pide un imposible. Primero porque la ciencia sólo puede demostrar lo material -y muy poco-, lo que no da para mucho. La realidad es, preferentemente, inmaterial.
El Covid-19, afortunadamente, nos obliga a replantearnos nuestra vida: pero ese cientifismo nos engaña. Nunca vamos a poder ‘demostrar’ a Dios: mejor que confiemos en Cristo. El premio consiste, precisamente, en ver aquello en lo que has creído por confianza en Cristo.
Y por cierto, nada anti-intelectual. El 99,9% de nuestros conocimientos lo son por evidencia (recuerden: si es evidente no es científico y si es científico no era evidente) o lo son por confianza en los demás. Lo del conocimiento, científico o no, sólo responde al 0,1% restante.
El Covid-19, afortunadamente, nos obliga a replantearnos nuestra vida... pero nuestro cientifismo nos engaña
Así que confíe en Dios y será, no sólo más feliz, sino más sabio. Fe es confianza.
Creer en Dios no consiste en saber, sino en confiar. Como casi todo en la vida.