
Las redes sociales están siendo utilizadas por los malos -por ejemplo, un tal Sánchez- para asegurarse que no sólo el periodismo ciudadano, sino toda la prensa independiente, son peligrosos ultra-fascistas o simples hacedores de bulos y fango, o de fango y bulos, y que hay que volver al Oligopolio de los Señores de la prensa, gente seria. O aún mejor: que desaparezca toda la prensa electrónica y manda Google y sólo Google, el periódico único universal, el pensamiento único global... si ustedes me entienden.
De entrada, yo creo en el periodismo ciudadano y prefiero 1.000 faltas de rigor a una sola manipulación de la verdad.
Ahora bien, en esta tesitura, resulta que el Gobierno australiano ha decidido que los menores de 16 años no podrán acceder a redes sociales. Medida drástica pero a la que hay que poner unos cuantos peros.
Yo creo en el periodismo ciudadano, y prefiero 1.000 faltas de rigor a una sola manipulación de la verdad
En primer lugar, a ver si lo consiguen. En segundo lugar, el instrumento no es el que construye ni el que destruye, como no son las pistolas las que matan. Es el mismo dilema acerca de las armas de fuego. Las pistolas no matan, e incluso, cuando son de pequeño calibre suponen la oportunidad de un hombre débil para defenderse de uno fuerte, incluso de una mujer para defenderse de un hombre. Pero en ningún caso es la pistola la que hiere o mata, sino la persona.
No es la red social, el móvil o la tableta los que atontan al ser humano: es el adolescente el que se deja atontar por ella. La prohibición es hasta cumplir los 16 años de edad. No está mal...









