El Gobierno social-comunista de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias sólo mira por el común, como han hecho siempre los gobiernos socialistas y comunistas a lo largo de la historia. Algunos no eran democráticos cien por cien, pero eso da igual porque eran progresistas o revolucionarios. En esta línea está el Frente Popular de Sánchez, que este martes cierra el círculo del mercado de la muerte con el inicio de la tramitación -es el tercer intento- de la ley de eutanasia.

Liquidar al enfermo, desenterrar a los muertos -con urgencia, si te llamas Franco- y liberar a los presos -más sencillo si te llamas Jordi Carme, Oriol, lo sentimos- son las nuevas obras de misericordia del Gobierno de Pedro y Pablo. Consolar al triste, dar buen consejo al que lo necesita, enterrar a los muertos o visitar a los presos han sido, al fin, superadas.

En cualquier caso, supongo que, una vez aprobada la norma, el Gobierno se apresurará a derogar la medida que obliga al uso del cinturón de seguridad en los vehículos o del casco para los moteros. Sería una contradicción admitir el derecho al suicidio y, por otro, prohibir que se cumpla mi deseo de morir en la carretera. Nadie entendería que el Gobierno me facilitara la muerte por un lado y, por otro, me multara por no protegerla al volante. ¿Acaso merece la pena vivir si no se puede llevar la melena al viento? ¿No defiende el Ejecutivo que la vida es mía? Pues eso.

Por cierto, España será el sexto país del mundo en legalizar la Eutanasia. Según la ministra portavoz, María Jesús Montero, somos una “sociedad madura”, preparada para ello. ¿Comprenden? En todo caso, lo que está claro es que el suicidio en general, y el asistido en particular, son cosas muy progresistas.