Parece que la sola visión de una monja con su hábito puede intranquilizar a los residentes de un centro de ancianos de Francia. Por eso, el Ayuntamiento de la localidad francésa de Vesoul respondió a la religiosa que para obtener una plaza en la residencia pública como condición «no ostentara ningún símbolo religioso».

El caso reabrió la polémica en Francia sobre el exacerbado laicismo que se vive en el país galo solo una semana después de que una mujer musulmana tuviera que quitarse el velo mientras acompañaba a los alumnos a una excursión escolar. Lo que ocurre es que en el caso del velo islámico no se trata de un símbolo religioso, según muchos estudiosos del islam y no pocos ulemas, sino de una vieja costumbre de las poblaciones árabes. Pero, si se prohíbe como un símbolo religioso, al final, perjudicará a las religiones que sí utilizan símbolos, por ejemplo, la cristiana. Hay varios ejemplos de prohibiciones que afectan a los símbolos religiones: como el caso de la azafata de British Airways, Nadia Eweida, cristiana copta despedida por la compañía porque -al llevar su crucifijo- violaba el reglamento sobre uniformes de la aerolínea” o el de la anglicana Shirley Chaplin, enfermera de un geriátrico, que apeló al Tribunal de Derechos Humanos porque "sus empleadores restringieron el uso que ella hacía de cruces cristinas alrededor de su cuello mientras trabajaba".

Por otra parte, con la prohibición de velos islámicos, niqab o hiyab se está prohibiendo que la persona que lo lleve oculte su rostro e impida así ser identificada por su cara, por una cuestión de seguridad.

A ver si nos entendemos: prohibir los simbolos religiosos no es una medida anti-islámica sino anti-cristiana. Entre otras cosas, porque el Islam es iconoclasta. El pañuelo es una costumbre cultural, no islámica y, además, a nadie se le exige que muestre otra cosa que el rostro, que es lo que identifica a las personas. En cualquier caso, no se engañen: hablamos de una corriente de medidas anticristianas, no anti-islámicas.