La verdad siempre circula por canales estrechos. Otra vez traigo a escena esa pequeña joya llamada Navarra Confidencial y al artículo titulado: “El coronavirus contra Francia, contra España y contra Inglaterra”. De imprescindible lectura ante la confusión creada, no por el coronavirus, sino por la lucha-trampa contra la pandemia por parte de nuestras autoridades.

La tesis de Navarra Confidencial, que comparto, es que Boris Johnson tiene razón. Donald Trump, que me cae mucho mejor que Johnson, así como Macron, Sánchez o Conte, se equivocan. Por un principio elemental: no se puede detener al coronavirus, hay que vencerle.

El coronavirus nace, se reproduce y muerte. En dos o tres meses

Ojo, es muy difícil luchar contra lo políticamente correcto y no se le puede vencer por goleada. Esto quiere decir que cuando usted lea esta crónica es muy posible que a Johnson ya le hayan doblado el pulso. Pero atengámonos al presente rabioso.

Veamos: ¿minimiza el premier británico el carácter untracontagioso del Covid-19? De ningún modo. Es más, su Servicio Nacional de Salud, recuerda Navarra Confidencial, asegura que el 80% del británicos se infectarán con él. Es decir, llega más allá que el confuso Fernando Simón para España.

Pero lo que explica Navarra Confidencial es que nadie sabe si se contagiarán con la misma fuerza que en Gran Bretaña, países que, como España, han encerrado a su población en una celda… que es su propio hogar.

Lo que predica Johnson es que hay que pensárselo tres veces, antes de reducir la libertad y encima paralizar la economía. Porque lo del menor contagio es una posibilidad. Esto, la parálisis económica y la correspondiente miseria, y, sobre todo, la anulación de la libertad son hechos inevitables si se aplican medidas de contención a la italiana o a la española. Encierra a la gente en casa, restringe la movilidad y provocarás una crisis que esta vez será de carestía, una crisis como no conocíamos desde hace 60 años y, encima, no detendrás al bicho más de que quien hay cuidado tanto el presente como el futuro.

Porque al final, piensa Johnson, como lo piensa cualquiera que tenga un adarme de sentido común, cuanto antes nos contagiemos todos antes conseguirá nuestro cuerpo detener al virus.

Podría decirse que cuanto antes nos contagiemos antes conseguirá nuestro cuerpo detener al virus

Sí, es posible que Johnson acabe por ceder ante lo políticamente correcto pero, por el momento, insisto, es el único líder mundial con la cabeza sobre los hombros.

El coronavirus nace, se reproduce y muerte. En dos o tres meses nuestro organismo, precisamente los infectados, actuarán como distribuidores de anticuerpos, al igual que actuaron como distribuidores del virus.

Además, a media que avancen los días médicos e investigadores sabrán mucho más sobre él y nuestro organismo le conocerá mejor y sabrá combatirlo. No hacía falta paralizar la economía nacional. Por cierto, China no lo ha hecho. Y esto es bello e instructivo porque, encima, el caradura de Xi Jinping, el tirano más peligroso del planeta, presume de lo bien que lo ha hecho China. Ellos, que lo han inventado y nos lo han regalado, tan amablemente.

En China, aunque el coronavirus ya empezó a estallar en noviembre-diciembre de 2019 (¿Fue un estallido o una explosión controlada que se descontroló?) y se ha contenido a primeros de marzo de 2020. Es decir, tres meses de peligro… hagas lo que hagas.

La alternativa es entre España e Inglaterra, entre el modelo Sánchez y el modelo Johnson. Con los dos modelos pasaremos por las fauces del coronavirus, sólo que el de Sánchez destruye España, política y económicamente, mientras el de Johnson, por el momento, no.

En China, los cuerpos de los chinos, que no el gobierno de Xi Jinping han tardado 3 meses en vencer al virus. Pues eso

No se puede detener al coronavirus, hay que vencerle… sin causar daños colaterales que tienen más pervivencia y son más nocivos y letales que el propio coronavirus.

Y hasta podría decirse que cuanto antes nos contagiemos antes conseguirá nuestro cuerpo detener al virus.

El mundo es extraño, hasta un aristócrata engreído e insufrible, como Boris, puede tener razón. A veces, incluso.