El ultimo cómputo (tarde del lunes 16 en Europa) concluía que los muertos por coronavirus en el mundo, (7.700 millones de seres humanos) apenas supera los 7.000. Es decir, los que ocasiona cada año la gripe común sólo en España (47 millones de habitantes).

Así que, y espero que la progresía no se me escandalice, resulta que el Covid 19 no es para tanto. Más que una pandemia parece una pandemita y no justifica ni un solo día del Estado de Alarma… que no ha hecho más que empezar a tensarse. En la mañana del lunes, segundo día de Estado de Histeria, perdón, de Alarma.

Lo que faltaba: Europa, y España, ahora, cierran sus fronteras. Podemos volver a la economía de la carestía, desconocida por todas las generaciones vivas

Pero la segunda conclusión resulta más inquietante. El coronavirus es cosa de poco, aunque se trate de un virus puñetero, que ataca al débil, al carente de defensas… pero la lucha contra el Covid-19 es mucho más: constituye una trampa para destruir la economía y para destruir los principios cristianos que han regido la civilización occidental.

Ejemplo: ni los maoístas, ni tampoco los nazis, o los soviéticos, se atrevieron a prohibir la libertad de circulación. Y el ministro José Luis Ábalos ya insiste, el segundo día, en que hay que alargar los plazos.

El lunes se dio un paso más: Europa, y España, cierran sus fronteras. Y el presidente del Eurogrupo, el portugués Mario Centeno, asegura que podemos  volver a la economía de la carestía (no lo dijo con estas palabras pero casi), desconocida por todas las generaciones vivas. Yo nací en 1960 y les aseguro que ya en España apuntaba hacia el principal problema económico de los últimos 50 años, además del gran cambio de toda la era moderna: el problema empezó a ser colocar los excedentes a un precio razonable. Es decir, antes faltaban bienes de primera necesidad, desde la postguerra el problema es que empezaron a sobrar esos bienes. El cambio fue de una economía de carestía a otra de abundancia. Somos la economía, la era, de la Política Agraria Común (PAC) en la que el problema es que nos sobra de todo y no nos falta de nada.

La histeria global con el virus no es una locura, es una trampa. Por el coronavirus hacia la tiranía

Pues bien, Centeno asegura ahora que podemos volver a la carestía.

Natural: son nuestras propias autoridades quienes están paralizando la economía a costa de paralizar, por el redicho coronavirus, el sistema nervioso de una economía, que es la movilidad.

Ahora bien, la histeria global sobre el virus no es una locura, es una trampa. Por el coronavirus caminamos y, al parecer, con una imbecilidad gozosa, hacia la tiranía. Hispanidad fue el primero en decirlo, pero ahora lo repiten otros: el totalitarismo del futuro, y el futuro ya está aquí, la tiranía de mañana, que ya aparece en el hoy, no se ejecutará en nombre de la dictadura del proletariado: se hará en nombre de nuestra salud y de nuestra seguridad. Lo hacen por nosotros. Y el mecanismo funciona porque opera sobre una opinión pública que ya no siente temor de Dios pero sí horror ante el dolor y pánico ante la muerte.

Naturalmente, el miedo y el confinamiento del Estado de Alarma provoca dos espirales autoalimentadas: la espiral rebelión-represión y la espiral miedo-violencia. Es el camino hacia cualquier tiranía, hacia cualquier totalitarismo.

El miedo y el confinamiento provocarán la doble espiral de represión-rebelión y de pánico-violencia

Y por supuesto, cuando nuestro organismo venza al virus, los políticos y la OMS-ONU asegurarán que fue gracias a sus tiránicos y enloquecidos planes de prevención. Lo cierto es que venceremos al Covid 19, como siempre, cuando nuestro organismo haya generado los anticuerpos necesarios para destruir al invasor.

Serán nuestros cuerpos, no el Gobierno Sánchez, quienes nos inmunizarán contra el agresor. Un tratamiento y/o vacuna ayudarán a ello, pero una vacuna no deja de ser el paralelo artificial de nuestras defensas naturales, a las que obliga a actuar con mayor rapidez.

Y claro: convertir cada hogar español en una celda carcelaria es matar moscas a cañonazos.

Insisto: no será el Gobierno Sánchez quien destruya al coronavirus: serán nuestros propios cuerpos, a razón de sesenta minutos la hora y 24 horas por día, hagamos lo que hagamos… o lo que nos obliguen a hacer.

Y 7.000 muertos en el mundo no es para tanto.