El hecho de que Etilasat se haya convertido en el primer accionista del Grupo Vodafone tras la compra del 9,8% del capital, por 4.220 millones de euros, por delante de fondos como Blackrock o HSBC Holdings, no es baladí. No es una operación cualquiera porque Etilasat es la teleco de Emiratos Árabes Unidos. Es, por tanto, una inversión industrial, generalmente a más largo plazo que las puramente financieras.

Lo que busca Etilasat es el crecimiento de Vodafone y no un retorno rápido a su inversión, en un momento en el que el mercado europeo tiende a la concentración. Como se pueden imaginar, la prioridad de la multinacional británica es Reino Unido donde, tras la joint-venture entre Virgin y Telefónica, está en conversaciones con Hutchison.

Pero no muy lejos de esas prioridades está Vodafone España, que se ha quedado un tanto descolgada tras la fusión Orange-MásMóvil. Efectivamente, si la operación llega a buen puerto, a la filial española de Vodafone le quedarán pocas opciones para mantener el tipo en un sector en el que las economías de escala, con unos márgenes muy estrechos y unas inversiones millonarias, son más importantes que nunca.

La teleco rumana, con 3,6 millones de clientes en España, no sería un remedio definitivo, pero sí una oportunidad perdida muy importante si finalmente la deja escapar y la adquiere otro grupo. Las opciones para Vodafone España son pocas, y Digi es, con mucha diferencia, la más significativa. Además, le quitaría a Telefónica parte de su negocio mayorista.

El crecimiento de Digi durante los últimos meses es incuestionable. La low cost, que utiliza la fibra de Movistar y tiene las tarifas más competitivas del mercado, aumentó en 146.000 el número de líneas de fijo y móvil durante el primer trimestre. Solo en marzo, sumó 57.000 nuevas líneas de móvil, el mejor registro de la compañía en nuestro país.