Con los grandes bancos españoles ha sucedido algo parecido a lo que está ocurriendo con los datos estadísticos de la economía española: comparan con 2020, un año nefasto para la actividad económica en general y para la banca en particular.

Santander, BBVA, Caixabank y Sabadell han disparado sus beneficios durante los nueve primeros meses del año, pero eso ni mucho menos significa que el negocio marche bien. Sí, han ganado más que en septiembre de 2020, pero lo cierto es que cerraron el año pandémico con unas pérdidas conjuntas superiores a 5.500 millones de euros, por las dotaciones para afrontar potenciales impagos futuros.

En este contexto resulta especialmente preocupante el margen de intereses. Uno podría esperar que, tras el año del confinamiento forzoso, en el que la tónica general fue de caídas importantes, también rebotaría, pero no ha sido así.

Por ejemplo, Caixabank ha cerrado el tercer trimestre con una caída del margen de intereses del 2,9%, que se amplía hasta el 4% si lo miramos desde enero. Santander España anda también por esos porcentajes: su margen entre julio y septiembre fue de -3,9%, mientras que el del BBVA descendió un 1,9%, en este caso desde el mes de enero. Únicamente se salvó el Sabadell, con un alza del 0,7% anual y del 2,9% trimestral.

La pregunta es inevitable. ¿Seguro que la banca española está bien? Porque liberar provisiones está muy bien, pero tiene un límite muy estrecho, mayor aún que la reducción de costes, otra de las palancas utilizadas durante los últimos años para hacer frente a la caída del negocio puramente bancario. Menos mal que además pueden tirar de comisiones y de la venta de activos, aunque esta última también es limitada.