La cosa empezó en Davos. Deprisa y corriendo, tanto que ya estaban todas las salas ocupadas y la reunión se celebró en el cuarto de las escobas, como decía uno de los participantes, Moncloa convocó a los empresarios participantes y los servicios de propaganda incluso se equivocaron y aseguraron que un aplauso de los presentes tenía como destinatario al presidente del Gobierno cuando el receptor del mismo era el CEO de Cepsa, el holandés Maarten Wetselaar.

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Además, como aseguraba otro de los participantes, si el presidente del gobierno te convoca, aunque sea de mala manera, deprisa y corriendo, esa es una reunión a la que tienes que acudir, por respeto institucional. 

Es igual, a la propaganda monclovita le sirvió, pero lo cierto es que la inmensa mayoría echaba pestes del titular de Moncloa y acudió... por respeto institucional. Anteriormente, en su discurso oficial, Sánchez había tratado de acercarse a los patronos, advirtiéndoles paternalmente contra los reaccionarios, siempre crecientes, que pretendían dividirles. Como si el gran capitalismo votara a Vox

Lo cierto es que el mensaje presidencial entró por el oído izquierdo y salió por el derecho, cuando no produjo una mueca cínica. 

Incluso, en la reunión en el cuarto de los fregonas, Sánchez Galán se permitió el lujo de contrariar al presidente en su asunto estrella de ese día (cada día hay un asunto estrella al que dedicar toda la atención, un asunto histórico), la inteligencia artificial, asegurando que lo que importa era el hombre, es decir, la inteligencia natural. 

El problema de Galán es que tampoco es muy popular entre sus colegas, pero no está dispuesto a transigir con quien ha arremetido contra él y del que sabe que ninguno de sus colegas se fía. 

La clase patronal, tanto la grande como la pequeña, brama contra el Sanchismo, pero Moncloa ha sabido granjearse la simpatía... al menos ante las cámaras

En cualquier caso, para Sánchez no importa la acogida que le dispense la clase empresarial -o cualquier otra clase-, lo que importa es la foto, la imagen pública. Sánchez no busca que le amen: ya le pueden odiar todo lo que quieran si permanece en la poltrona del Palacio de la Moncloa. Lo que importa es la foto.

Segunda etapa del blanqueamiento empresarial de Sánchez y de su distanciamiento, al menos oficialmente, de la postura de sus socios de Sumar, empeñados en perseguir al pérfido empresario español, tanto a los grandes como a los pequeños. El presidente pide una reunión con la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos, CEDE, que preside Isidro Fainé. El almuerzo tuvo lugar el martes 23, en la sede Fundación Caixa, en Castellana 51. Lo de menos es de que se habló -de nada importante-, lo de más era la foto (ver imagen) y demostrar que Sánchez no es el peligroso ultraizquierdista que cuenta la derechona sino un tipo moderno capaz de entenderse con los indepes catalanes y con la tecnoestructura española.

Y en paralelo, tercer escalón, el nuevo ministro de Economía, Carlos Cuerpo, se aproxima a los banqueros, con reunión privada con el presidente del BBVA, Carlos Torres -ahora el banquero más amigo de Moncloa, cosas veredes, amigo Sancho-, el presidente de Caixabank, José Ignacio Goirigolzarri, y Miguel Platón, presidente de Kutxabank. Vamos, una melé de banqueros vascos y catalanes o residente en Euskadi y Cataluña. 

Toda una operación de blanqueamiento de la figura de Pedro Sánchez ante los tribunales. Y a lo mejor le sale bien... al menos de cara la sociedad, que no a los grandes empresarios... y mucho menos a los pequeños, aún más atacados desde Moncloa que los grandes.